Una patrona melodiosa

Estéfani Chalco Salgado

Hay historias de santos y santas que se liquidan en un final infeliz. Muchos son casos de mártires, es decir, personas que murieron en defensa de su religión, creencias o convicciones. En la historia, se han evidenciado persecuciones a grupos por la fe que profesan. Los cristianos también vivieron esto alrededor del mundo en distintas ocasiones. Una de ellas tuvo lugar hacia el siglo III, en Roma, cuando una mujer cristiana sufrió por intentos de ejecución. La historia es cruel. Una vez apresada, se dice según la tradición que, su verdugo intentó matarla 3 veces, y ella vivió 3 días más, demostrándose así un testimonio de la protección especial que tenía por su Dios.

Su fe la llevó a consagrarse a sí misma a Cristo, pero habiendo sido obligada por sus padres a contraer matrimonio, decidió elevar sus alabanzas a Dios con bellos y especiales cantos durante las nupcias. Contó a su marido la promesa de mantenerse virgen, y éste la respaldó y se convirtió también al cristianismo. Después de un tiempo, ocurrió la violencia del párrafo anterior.

Esa valerosa mujer, es Cecilia, quien desde 1594, por nombramiento del Papa Gregorio XIII, es Santa Cecilia. El santoral la celebra cada 22 de noviembre, y es por aquel acto artístico y sensible, lleno de amor y vocación para cantar y alabar a su Dios de manera melodiosa, que la conocemos como patrona de la música. Habrán notado algunos fuegos artificiales y celebraciones en ese día, en su honor. Esta es una fecha muy reconocida para los músicos, de hecho, a Santa Cecilia se la representa siempre con algún instrumento musical y es la fecha principal, pues la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), estableció como Día Internacional de la Música, el 1 de octubre con la finalidad de unir a los pueblos a través de este lenguaje universal comprendido por todos.

¡Vaya que todos vivimos música en el interior! Cultivada virtuosamente por unos, apreciada desde lejos por otros, pero reconocida por estar en nuestras almas, pensamientos, y acciones. Un sutil tarareo se genera en la imaginación; y los sonidos y ritmos, se vuelven poesía armoniosa y melodiosa para homenajear a una persona, amenizar un acontecimiento especial, dar paso a la alegría, a la vida, o como en el caso de esta patrona, a Dios.  (O)