“Nadie me regaló nada. Lo que he ganado y lo que he construido ha sido a punta de sudor propio”, dice Julio Idrovo tras recordar la rutina que realizaba con tal de no abandonar el levantamiento de pesas.
Su día empezaba a las 06:00. Luego del entrenamiento matutino que iniciaba a las 08:00, ayudaba a su madre en los dos comedores que atendía.
A las 15:00 cumplía la doble jornada de entrenamiento, antes de ‘volar’ a la Universidad de Cuenca.
Tenía clases en la carrera de Ingeniería Comercial de 18:00 a 22:00. Después se quedaba estudiando hasta la 01:00 o 02:30.
A sus 42 años no presenta ninguna secuela por llevar a su cuerpo a límites impensados durante décadas.
Guarda un profundo agradecimiento a los profesores Jhon Sichel y Alexei Ignatov porque “me cuidaron peor que a hijo”.
Gran parte de sus ingresos los invertía en vitaminas, alimentación y chequeos médicos incluido las visitas al fisioterapeuta.
«Gastaba el 80 % de lo que ganaba en mi recuperación… La comida era de alta calidad: filete de salmón, frutas y cosas así, eso me ayudó bastante»
«En los cuatro años que estuve con Alexei gastaba entre 300 a 500 dólares en diferentes clases de mieles: polen de miel de abeja, pan de abeja, jalea real, extractos…, el poder de regeneración que tiene ese tipo de cuestiones es bastante fuerte.
La ayuda que recibía de los organismos deportivos era 50 dólares, siendo campeón panamericano, sudamericano con algunos récords.
Hoy un deportista de su perfil recibe un incentivo superior a 2.000 dólares.
«Cuando recibí los primeros 50 dólares tuve que decidir entre comprar un frasco de vitaminas o una calculadora Casio para ir a la Universidad. Ganó la calculadora».
Los inicios de Julio Idrovo
Idrovo estudiaba en la escuela Ezequiel Crespo. Jugaba fútbol y hacia otras actividades como cualquier niño a su edad. En noviembre de 1991 su vida tomó otra dirección.
Por invitación de sus compañeros asistió a los entrenamientos de levantamiento de pesas. A los 12 años ya obtuvo un título nacional en Ambato.
Por ser buen estudiante, obtuvo una beca en el Técnico Salesiano. Antes de matricularle, su familia le hizo ver que tendría clases en la mañana y en la tarde. Las pesas estaban demás.
Julio sorprendió con su respuesta. «Verás mami, si tú me pones en el Técnico, pierdo el año. No porque no me guste el colegio, me encanta, pero yo quiero entrenar pesas».
En la búsqueda de alternativas, Antonio Ávila le abrió las puertas. “Si eres mal estudiante, te sacamos de las pesas y nosotros elegimos”, escuchó de su familia y aceptó el reto.
Terminó entre los tres mejores egresados y con algunos títulos deportivos con récords incluidos.
Salto internacional en pesas
Sin rival que le pueda vencer dentro del país, Sichel le recomendó salir de su zona de confort.
Con apoyo de PANESA viajó a Cuba con apenas 15 años.
En los Juegos Nacionales Escolares de 1996, en Ciego de Ávila, fue el primer ecuatoriano en ganar una presea de oro y uno de los pocos sudamericanos en vencer a los dueños de casa.
Cuando regresó al país, en pleno boom por la medalla olímpica de oro de Jefferson Pérez, manifestó a los medios de comunicación: yo quiero llegar a una olimpiada. Muchos empezaron a molestarle por su frase.
«Yo era una persona de contextura muy delgada. Podía haber parecido más un velocista que un levantador de pesas…».
«Cuando en Migración me consultaban por mi deporte, ¡y los músculos dónde se quedaron!, me decían (ríe)».
Pese a la poca fe que le tenían, clasificó a los Juegos Olímpicos ‘Atenas 2004’. En 69 kg se ubicó en el puesto 11 con un total de 295 kg (140 en arranque y 155 en envión).
Fin a su carrera
En 2008 la plana mayor de la Federación Ecuatoriana de Levantamiento de Pesas no tomó en cuenta su nombre para los Juegos Olímpicos de Beijing.
Idrovo replanteó su situación. «Llevar 17 años de entrenamiento en el alto rendimiento es durísimo, sanos y limpios muchos más».
Idrovo era un ‘crack’ para el arranque. Rumbo a Londres 2012 cambió de entrenador.
Con apoyo de Ignatov se propuso mejorar en el envión para tener un total más prometedor.
Pero el nuevo ciclo empezó con una fuerte lesión en las muñecas que le impedía levantar pesas.
En 2011 durante los Juegos Nacionales de Manabí se sorprendió así mismo al levantar 180 kg en el envión.
Nunca antes había sacado 20 kg a su arranque. En ese momento pensó que todo valió la pena.
«Había días que dormía cuatro, cinco horas. Era tanto el dolor de los grupos musculares que estaba trabajando que alguien dijo que ahí perdí toda la sensibilidad.
En 2012, luego de competir en un panamericano, aceptó participar por su provincia en un certamen nacional.
Debido a una sobrecarga, se desgarró el tendón supraespinoso y tuvo que ser intervenido quirúrgicamente.
Por la gravedad de la lesión, en 2013 llegó a un acuerdo con Ignatov. Si hasta noviembre no conseguía trabajo, retornaba a los entrenamientos.
En octubre, Manuel Bravo le ofreció la administración de la Federación Ecuatoriana de Atletismo, cargo que desempeña en la actualidad.
Exámenes pese al oro mundial
Entre sus múltiples logros internacionales, Idrovo le guarda un espacio importante al Campeonato Mundial Universitario de Pavía, Italia, en 2003.
La Universidad de Cuenca le apoyó con los pasajes, pero “cuatro semanas antes me lastimo la espalda y tengo una lumbalgia bastante crónica. No podía bajar una grada ni sentarme, peor bajar de un carro”.
Con el profesor Sichel consensuó si dos semanas antes del evento no realiza un arranque, no viaja. Caridad Martínez le ayudó en las terapias y pudo presentarse en la competición.
Paradójicamente, cuando pidió en la Universidad que le permitan dar los exámenes antes de viajar, no le aceptaron.
Idrovo obtuvo la medalla de oro en arranque dentro de los 69 kg. Mientras se dirigía a la premiación, llamó al rector a solicitarle días de gracia para dar los exámenes pendientes.
“No me confié. Tanto en la ida como en la vuelta fui estudiando”.
Cuando llegó a la ciudad y después de participar en los homenajes preparados por la Federación Deportiva del Azuay y la misma Universidad de Cuenca, los profesores le tomaron los exámenes.
«Me fue bien en Operativa…, pero Comercio Internacional no había estudiado. Me quedé por uno o dos puntos. Cuando pasé supletorios, el profesor me dice: ya ve que si pudo».