El fenómeno Bukele

Por mucho tiempo no se dejará de hablar del fenómeno Bukele desde el punto de vista político-electoral; también mediático, y como referente para no pocos presidentes o aspirantes a serlo.

Nayib Bukele arrasó en las elecciones presidenciales efectuadas días atrás, incluyendo en las legislativas.

El presidente reelecto gobernará a El Salvador durante los próximos cinco años con un Congreso a su orden; sin ningún contrapeso, ni siquiera en la administración de justicia.

El país –dijo con su clásica locuacidad- será el primero en el mundo en tener un “partido único” con un “sistema plenamente democrático”.

Eso resulta sintomático. Así no funciona una democracia, menos cuando se socaba la participación de otros partidos políticos. Peor cuando no hay oposición.

Aquello es contranatura. Sólo en las dictaduras puede haber un “partido único”, si bien en democracia, como ocurre en Nicaragua y Venezuela, se da algo similar, en cuyo caso se habla de “dictaduras con ropaje democrático”.

El aplastante apoyo popular le lleva a Bukele a vanagloriarse. Se trata de un presidente en franca sintonía con las necesidades de la gente de su país, durante décadas secuestrado por pandillas, cuyas secuelas todo el mundo las conoce.

En países con altas inequidades sociales, acorralados por bandas delictivas con poder transnacional, con casi cero de crecimiento económico, y tomados por la corrupción, la inseguridad toma forma y echa raíces profundas. Tal fue el caso de El Salvador.

Haber puesto en vereda y procesar a cientos de miles de delincuentes, si bien en varios casos involucrando a inocentes, le ha valido a Bukele “meterse al pueblo en el bolsillo”. Hasta concuerda con él cuando despotrica en contra de los organismos defensores de los derechos humanos, a los cuales ha conminado. Y por eso tiene seguidores en otros países; también detractores, si bien pocos.

Restablecida la seguridad, le queda ahora enfocarse en resolver los problemas sociales y económicos, tareas, de largo, pendientes.