Fama, riqueza y poder

Hernán Abad Rodas

Todo niño al nacer tiene su primer llanto, luego esboza en su rostro una sonrisa, ninguno nace con un corazón frío; desgraciadamente en algún momento de nuestra vida adulta, nuestra naturaleza sentimental es asesinada, estrangulada, congelada y atrofiada por un ambiente injusto y materializado, sobre todo por nuestra propia culpa, al no cuidarla para mantenerla viva, o por no poder mantenernos fuera de ese ambiente.

Cada niño nace sencillo, como una pizarra en blanco; después la sociedad empieza a escribir en esa pizarra lo que debe ser y obtener con el tiempo, el niño en los primeros años de vida está tan desvalido y delicado, que se lo puede moldear de diferente forma; antes de que éste se haya fortalecido lo suficiente, ya tiene mil y un traumas; está paralizado, envenenado.

La fama, la riqueza y el poder, son tres de los grandes deseos del hombre actual y de los cuales difícilmente se puede escapar, la sociedad de consumo en la que vivimos inmersos; por diferentes medios los incentiva constantemente, y los ubica como los principales objetivos a los que debe llegar un ser humano, para de esta forma justificar su existencia.

Si aceptamos a la fama, a la riqueza y al poder como los supremos valores humanos; esta manera de pensar hará que nuestras vidas sean semejantes a esos árboles que han perdido contacto con sus raíces, sus flores y hojas se han caído, siendo arrastradas por el viento, y en los que la savia ha dejado de fluir y sus vidas se ha disipado.

A menos que volvamos a sembrar en nuestras vidas raíces de humanismo, no volveremos a florecer. Sino sabemos, en qué consiste la verdadera felicidad, ¿cómo podemos conocer a Dios?, sino sabemos qué es la verdadera alegría, si hemos olvidado cantar y bailar, ¿cómo podemos orar?, si hemos olvidado lo que es la solidaridad, la compasión, el amor, la justicia, la dignidad, la libertad etc, en mi criterio esto quiere decir que hemos asesinado a Dios, aunque ello no signifique que Dios ha muerto, sino que está muerto en nosotros.

No nos dejemos seducir por la búsqueda del dinero y del poder, por el sólo hecho de que mucha gente trate de conseguirlos. En lo profundo de nuestro ser sabemos que la muerte es una realidad, hagamos lo que hagamos, ésta nos destruirá junto con todos nuestros sueños de grandeza de poder económico, político y social.

Ha llegado el momento en que revisemos nuestro modo de pensar sobre el crecimiento material y la libertad espiritual, y dedicar gran parte de nuestras energías a crear una sociedad humana, en la cual la economía promueva el desarrollo espiritual del ser humano, y sirva como medio para manifestar sus capacidades creadoras, elevar el nivel educativo de las masas y el analfabetismo político; así combatiremos la pobreza, la injusticia, la corrupción y la opresión, los grandes males de la humanidad. (O)