Las ratas

Jorge L. Durán F.

Las ratas andan asustadas y chirriando por todo lado. A ratos hasta como que enloquecen en sus guaridas.

Cada clan tiene a uno o más miembros que juega más sucio que el otro. Pero, orgánicas como son, creen que nada les pasará.

Hay ratas que se creen más ratas que otras. Son serviles. Se prestan para cualquier emboscada, ayudan a camuflar las malandanzas de las ratas jefes. Se hacen escoger para representar al clan en cualquier zona de poder en las alcantarillas, donde se juega el rumbo de la banda, se reparten los restos, se roba, y se elige a las líderes de su reino.

Esas líderes son elegidos por ratas, ratones y ratoncillos. Pero, por lo general, las ratas jefas las escogen según sus habilidades, su olfato, sus garras; por su capacidad para huir y atacar; por su intuición para descubrir al enemigo y hasta para saber qué pedazo de queso puede estar envenenado.

Se sabe que, en la alcantarilla mayor, dos clanes de ratas, enemigas en apariencia, están en gravísimos problemas. Han descubierto que sus ratillas son parte de grupos que trafican con veneno, con trampas, integran grupillos para asesinar a todo aquel que ose espiarlas y querer agarrarlas del rabo.

Son privilegiadas. Duermen en guaridas de oro y sobornan hasta a los gatos enviados para cazarles.

Lo peor es que esas ratillas, a más de ser testaferras, de haber convivido con sus ratas jefas y medrar de ellas, unas han caído en desgracia; otras huyeron aprovechando sus esqueletos cartilaginosos. Desde donde están, chillan y desafían.

Para unas, lo más grave es que las dueñas de su clan han optado por ignorarlas, por abandonarlas a su suerte. Se restriegan patas y orejas señalando que ellas sabrán cómo se defienden. Pueden cometer raticidio. Como si en los otros clanes no supieran de qué pata cojean.

Para otras, la situación, aparentemente, es de alivio, dado que tanto las jefas de su clan como las demás ratillas, han resuelto defenderlas así sea en el infierno.

Y en la alcantarilla mayor todas se preguntan qué será que saben esas ratillas de las ratas mayores, que estas y otras secuaces se aprestan a dar batalla con dientes, garras y rabos. Tienen experiencia.

Lo cierto que, en esa alcantarilla, no solo las ratas de esos clanes, también las de otros, viven momentos apocalípticos. Se les van cerrando todos los escapes, apestan en vida. Aun así, no se dan cuenta que su naturaleza de ratas es ser ratas.

P.D. Cualquier parecido que alguien note entre este reino de ratas cuadrúpedas con el reino político de las bípedas es una fatal y pura coincidencia. (O)