Lo que deberían perseguir los sacerdotes

Bolívar Jiménez Álvarez

Cuando las palabras son pronunciadas con meditada propiedad y en el lugar oportuno, como que cobran un matiz o brillo especial, dejando ver, de manera clara la riqueza del mensaje y permitiendo que lleguen fructuosamente a la razón y la conciencia de los oyentes.

“Los sacerdotes han de buscar en sus vidas, y en el cumplimiento de su ministerio, NO EL ÉXITO PERSONAL sino la UNIDAD, porque esa es la aspiración de Jesús, ´que todos sean uno como nosotros somos UNO” (Jn. 17,21), fue una de las expresiones que, entre otras muy bien hilvanadas, dijo el Arzobispo Marcos Pérez el Jueves Santo en la catedral, en el contexto de la Misa Crismal, a la totalidad su presbiterio congregado en ese sacro lugar para conmemorar la Institución del Sacerdocio.

En un mundo cada vez más competitivo, utilitarista y de imagen; y en el ámbito eclesial de hoy, en el que muchos ordenados se dejan seducir por las modas o el anhelo de destacar y sobresalir con iniciativas no siembre necesarias ni fundamentadas, pero con las que se pretende impresionar, la advertencia del Prelado fue providencial; como providencial fue también la de persuadir sobre la perenne  tentación de los curas de pretender cambiar el mundo en crisis, por su puesto necesitado de amor y retención, a pretexto de justicia social,  con simples lirismos o metiéndose en el ámbito de los especialistas cuyos métodos e instrumentos desconocen.

Los sacerdotes han de sanar el mundo maltratado y herido, sí; pero dándose con sinceridad y dando lo que se cree que tienen en su corazón: a Jesús. Lo dicho por Pedro al tullido de Jerusalén debería ser su lema: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”, Empero se ha visto a clérigos que, ante las macro-necesidades que persisten, no dan la riqueza de lo que supuestamente portan en su ser, sino que, invadiendo el campo de los expertos, hablan de lo que no saben, y lo único que habitualmente consiguen es defraudar a sus feligreses.

Digno de destacar de la homilía del Arzobispo Pérez, es que no solamente evidenció los posibles riesgos que asaltan a los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio, sino que señaló pautas para hacerlo con utilidad: Conocerse así mismo con honestidad y configurarse con Cristo; renovarse continuamente; y, convertirse, no solo de palabra sino de corazón.   (O)