La cultura de lo absurdo

Bridget Gibbs Andrade

Si bien hay “influencers” que crean contenido de índole literaria, histórica o de cultura general, y que vale la pena ver, también los hay que por unos cientos de “likes” alardean de una vida de lujo financiada con dinero mal habido. Resultan incomprensibles las fortunas de “talentos” de la pantalla chica que bailan como licuadoras y hablan torpezas y que tienen casas en Samborondón, autos caros y viajan con frecuencia al exterior. La cultura de lo absurdo los considera “influencers”: gente idolatrada por un público inculto.

Lo propio sucede en la narcopolítica del país con asambleístas que se dan de dignas, militantes obsecuentes de la RC y del PSC que tienen los mismos lujos que los miembros de la realeza.

Vivimos en una sociedad en la que bailar y hacer payasadas frente a un celular genera más ingresos que estudiar una profesión. Eso es preocupante, y decepcionante. Sobre todo, cuando un asambleísta azuayo manifestó que los “influencers” hacen un mejor trabajo que algunos profesionales. Que la industria de la creación de contenido debe ser considerada en la ley como “promotores turísticos del país”. Así incita a los jóvenes a que no sigan una carrera y se decanten por ser triviales. Mal consejo…

Hablando de la gente que influencia bien o mal a la sociedad en redes sociales, el alcalde Zamora no ha demorado en unirse a ese grupo, pues fue reconocido como el “influencer” político del año.

Supongo que el reconocimiento debió ser porque su administración estuvo en boca de todos cuando dos funcionarios municipales, supuestamente agredieron sexualmente a una muchacha; o porque quitó los radares en la autopista que ahora es un autódromo donde, literalmente, vuelan autos sobre el asfalto abusando de la falta de control en la velocidad permitida; o, porque se encaprichó y compró un carro blindado de 120.000 USD para que le blindara -valga la redundancia- de ojerizas, malas caras y reclamos ciudadanos por no haber adquirido uno de menor valor, ahorrándole dinero a la ciudad. Se dice que Cuenca es la ciudad más segura del país, ¿para qué necesita un auto así?

Por otra parte, ¿quién será el mecánico sapovivo que cobró 40 mil USD en reparaciones? Fuera bueno saber quién es para no caer en sus manos.

Desde que impera la avidez por acumular “likes”, cualquiera se hace llamar “Influencer”. Este es uno de los anglicismos que más me molestan. Lastimosamente, ya está normalizado.  (O)