Uno y tres de mayo

Edgar Pesántez Torres

Cada vez se siente al tiempo pasar más rápido, natural en personas conscientes que tenemos claro el ciclo vital humano y que, por tanto, sabemos que ya no es hora de asirse a bienes terrenales sino ofrecer conocimientos adquiridos y experiencias vividas. Ahora mismo, apenas quería hablar del primer y tercer día del año, ya hemos entrado a la segunda semana del quinto mes, aquel que lleva el nombre de la diosa de la fertilidad, la castidad y la abundancia.  

Un mes muy significativo para los cristianos y de fechas conmemorativas de trascendencia para el país y el mundo. Ojalá haya tiempo para ir esbozando algunos acontecimientos que provocan reflexión y reorientan el pensamiento para un mejor accionar. Hasta eso, unas pinceladas por el Día del Trabajo y la Libertad de Prensa.

El tiempo corre desde la concepción, cuando las células de un nuevo organismo en el vientre de la madre empiezan a trabajar hasta los momentos finales de la vida. Impedir el trabajo en cualquier momento de la vida es malévolo y quienes lo hacen de manera consciente, son asesinos; más perverso aún, si lo hacen con seres indefensos que siquiera pueden llorar.

El trabajo para beneficio de otros es remunerado y así debe ser para sustento propio y de su familia. Siendo éste la primera condición y razón de vivir, es deber y obligación de las autoridades preparar a la gente para el trabajo honrado, eficiente y responsable. Toda política de Estado debe contar como misión y visión la oferta de empleo. Llama la atención el egoísmo de los sindicalistas que solo velan en beneficio de sus asociados, mas no por el desempleado que es la mayoría, al antes se pertenecían.

El día 3 correspondió a la libertad de prensa, especialmente de aquellas naciones gobernadas por autocráticas. Lo esencial no es “tener” libertad, sino “ser” y “sentirse libre”. Es una forma de ser y de vivir que genera un estilo de vida, un modo de afrontar la existencia y resolver los problemas. Es saberse poseedor de un derecho a gozar de un espacio libre de expresión y movimiento, sin interferencias ajenas.

La libertad es una realidad agridulce que no debe ser despojada de la memoria de las víctimas de los absolutismos. La libertad de expresión está enraizada en el sufrimiento de muchos que tributaron por sentirse libres; por ello, recordar a Fernando Villavicencio Valencia, es cimentar nuestra propia libertad. (O)