“Sobreviví” es la historia de la migrante ecuatoriana Rosa Montero, de 44 años.
Ella relata su travesía como emigrante que salió hacia los Estados Unidos.
Escribió un libro titulado “Sobreviví”, donde describe la dura realidad de los emigrantes que abandonan el Ecuador.
Los ecuatorianos creemos que “venimos a tomar posición de un palacio, pero llegamos a dormir en rincones”.
Es muy riesgoso, vienen dejando todo y llegan a dormir en las calles. Hay familias con niños viviendo en las calles, explica.
“Sobreviví” narra lo vivido por la migrante ecuatoriana Rosa Montero
La vida de Rosa Montero está llena de paisajes asombrosos, lucha, esfuerzo, sufrimiento y resiliencia.
En las páginas del libro “Sobreviví” está plasmada la historia de una mujer que decidió romper el silencio y compartir su testimonio de vida.
Se trata de una narración desgarradora, pero a la vez inspiradora.
En un pequeño pueblo rural de Ecuador, Rosa Montero relata las dificultades que enfrentó junto a su familia, inmersa en la pobreza y la necesidad.
El verdadero infierno que vivió fue por el abuso sexual que sufrió desde muy temprana edad en manos de familiares cercanos.
El trauma del abuso marcó profundamente su vida y su relación con los demás.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, ella relata que Dios le tendió su mano y le mostró el camino hacia la sanación y el perdón.
Esto a través de retiros espirituales y el acompañamiento de sacerdotes.
Ella encontró la fuerza para perdonar a sus abusadores y liberarse del peso del rencor que la atormentaba.
Pero su historia no termina ahí.
Rosa Montero también aborda cómo el abuso sexual es una maldición generacional que se transmite de madres a hijas.
Además, cómo ha luchado para romper ese ciclo y proteger a sus propias hijas de ese terrible destino.
“Sobreviví” es un llamado a romper el silencio y a hablar abiertamente sobre el abuso sexual, especialmente dentro de las familias.
Nos recuerda que ninguna víctima es culpable y que es crucial que los padres escuchen y crean a sus hijos cuando relatan haber sido abusados.
A pesar de todo el sufrimiento que ha vivido, Rosa Montero ha encontrado en su fe la fuerza para seguir adelante y ayudar a otras mujeres.
Que el testimonio de esta mujer te inspire a romper tus propias cadenas y a encontrar la paz.
A la distancia, también es parte de la historia de la migrante ecuatoriana Rosa Montero
Ya son 24 años que Rosa Montero está fuera del Ecuador.
Añora volver para compartir con sus padres que radican en la provincia del Cañar.
Quiero compartir mi historia con muchos emigrantes. El relato está dedicado para los que piensan venir y los que han venido.
Hay muchos que se quedan en el camino y no lo logran.
Rosa salió de Ecuador el 26 de junio de 1999 y el 30 de agosto de ese mismo año llegó a EE.UU.
Al cruzar la frontera y escapar de los peligros sufrió una caída que le dejó secuelas en su estómago. Le salió un tumor en el estómago. Fueron necesarias cirugías.
Las personas que vienen piensan que llegarán al “cielo”, pero la realidad es todo un “infierno”.
Acá hay que sobrevivir. “Yo reuní botellas de la calle para contar con dinero”, recuerda.
Cuando uno se llega, le ayudan para dormir en el baño o un rincón. Hasta reunir un poco de dinero para rentar una habitación.
En un apartamento se vive entre 15 o 20 personas, porque la renta es muy cara. Un cuarto tiene un costo de 1.000 dólares el alquiler.
Lo más difícil cuando se llega a este país es el idioma. Hay que aprender el inglés como sea.
Porque sin el idioma a uno no le quieren dar trabajo y las posibilidades son limitadas.
Fue muy difícil al inicio. Los mismos ecuatorianos tiene restaurantes y factorías y explotan a sus compatriotas; pagan muy poco.
Retorno es parte de la historia
A los siete años de estar en Estados Unidos, Rosa Montero regresó de emergencia a Ecuador.
Su madre padeció de complicaciones en su salud y requería cuidados.
En principio, su idea era quedarse en el país, por lo que había retornado con sus hijas, una de 3 años y otra de 2 meses de nacida.
La madre se recuperó de su salud y Rosa decidió retornar nuevamente por la frontera.
Sus pequeñas quedaron a cargo de la abuela, en Ecuador.
Esta vez ella emigró junto a su hermano de 20 años. Se contactaron con un coyote e iniciaron la nueva travesía.
En el trayecto de la frontera de Estados Unidos observaron a muertos. Recalca que al cruzar el desierto no hay agua ni comida.
“Cruzar el desierto es la vida o la muerte”, reflexiona. Llegó nuevamente a EE.UU y nuevamente su salud se complicó por el tumor de su estómago.
Otra vez sobrevivió a una cirugía, por lo que tituló a su libro así: “Sobreviví”.
Luego llevó a sus dos pequeñas hijas que se quedaron en Ecuador.
Desde entonces a ayudado a muchas familias de emigrantes.
Menciona que con lo que obtenga del libro piensa ayudar a niños, familias o personas de la tercera edad que están en el olvido.
“Se lo que se siente no tener nada que llevarse a la boca”. El ejemplo de mi madre es nunca darme por vencida.
Rosa ha tratado muchas veces de arreglar su papeles para retornar al Ecuador, pero no habido respuesta positiva.
Actualmente, su hijas tienen 20 años en el caso de la primera, la segunda de 17 años y fue bendecida con una tercera hija que ahora tiene 10 años.
Menciona que ha logrado realizar un sueño. Junto a su familia tiene una casa en Estados Unidos y una casa en Ecuador.
La migrante cuenta la historia de no tener agua en el desierto
Llegamos a Guatemala luego de una travesía de terror en barco. El camino fue largo y difícil.
Una vez en tierra, nos transportaban en camiones y carros, en condiciones precarias, atravesando fronteras clandestinamente durante horas.
Cruzamos de Guatemala a México, pero nos dejaron abandonados
durante quince días antes de recogernos.
En México, nos trasladaron en autobuses durante cuatro días hasta la frontera con Estados Unidos.
Caminamos durante días enfrentando peligros como bandas criminales que secuestraban y violaban.
En el último tramo, caminamos día y noche. La última noche, en dirección a Texas, apareció la Patrulla Fronteriza.
Corrimos en grupos para evitar ser atrapados.
Logramos pasar una malla en el muro de la frontera y nos lanzamos al otro lado, evitando ser capturados por la Patrulla Fronteriza.
Sin embargo, la mitad del grupo fue detenido.
Después de evitar la captura por la Patrulla Fronteriza, nos perdimos en el desierto, sin agua ni comida, y estuvimos al borde de la muerte.
Escribirlo puede parecer trivial, pero estar sin agua en medio del desierto es una de las torturas más terribles a las que se puede someter a un ser humano.
Caminamos mucho en busca de la persona que nos guiaba, pero fue en
vano. Estábamos exhaustos y al límite de nuestras fuerzas.
Ese día, en el desierto, sentimos que era nuestro final (una vez más). Nos reunimos, rezamos y aceptamos la voluntad de Dios.
Sin embargo, gracias a Dios, una persona que guiaba a otro grupo nos rescató. Nos proporcionaron agua y comida, y nos llevaron a Texas.
Este es una parte del contenido del libro “Sobreviví” de Rosa Montero, el cual está disponible en las plataformas digitales en Internet. (I)