El telar de pedal de Manuel Ignacio

Imposible, imperdonable no hablar de Oña sin nombrar a Manuel Ignacio Ramón, el ya legendario artesano que a sus 79 años de edad aún teje en su telar de pedal, un oficio tradicional que se extingue.

La causalidad hizo que le encontráramos cortando yerba para los cuyes. De una sola alzada lleva la carga a sus hombros y se encamina, machete en mano, a su casa ubicada en Mautapamba, a unos tres kilómetros del centro cantonal de Oña.

Oña, o también San Felipe de Oña, al que le separan de Cuenca 102 kilómetros, le cruza la vía Cuenca-Loja o Panamericana Sur. Es un cantón de la provincia del Azuay, declarado Patrimonio del Ecuador. Sus casas antiguas, las más de adobe y techo de teja, son reliquias.

Una fotografía de don Manuel Ignacio pende en una pared de la casa denominada “La Bella de París”. Él posa en la segunda planta de su pintoresca vivienda, hecha de adove. Su esposa Nieves Espinoza en la primera. En el techo cuelgan mazorcas  multicolores, una costumbre que nuestros campesinos la llaman “huayungas”. Se las usa, por lo general, como semillas. Son las más robustas.

No lo conocíamos antes, pero fue fácil reconocerlo; además porque otra foto suya es parte de un tríptico con el que el Municipio de Oña promociona sus bondades turísticas.

En Oña todos lo conocen y hablan sobre su arte, que incluso ha trascendido fronteras.

Recordarle esas fotos hizo que entráramos en confianza, mucho más cuando le decimos que queremos conocer su telar de pedal.

Camino a casa comenta lo bueno que es alimentar con yerba a los cuyes. Pero esa casa ya no es la misma; pues a don Manuel Ignacio su esposa se le adelantó, como dice, al viaje sin retorno.

Lo demás sigue allí: los machetes, los arados, los fuetes, las betas de cuero, el yugo para uncir a la yunta de toros, los  hilos de borrego, la lana también; ni se diga las gallinas, la ropa tendida, los perros, y un gato negro que maúlla en sus brazos, como buscando cobijo.

¿Y el telar de pedal?

Está allí en un rincón del corredor de la casa. Y lo está por más de 60 años. Comprado, cuando joven, por don Manuel Ignacio a una vecina de sus padres.

O sea que el telar de pedal es de “segunda mano”. Él lo asiente.

Es, a simple vista, un esqueleto de madera. Y es de romerillo. Pero como que el telar tiene alma. Al fin y al cabo es parte de la vida de este artesano. Arrumarlo por ahí, jubilarle, es como cercenarse un brazo, quitarse un trozo de vida.

Cientos de miles de kilómetros de hilos han pasado por este instrumento, y los ha devuelto convertidos en hermosas prendas de vestir.

Don Manuel Ignacio, de tez trigueña, barba y cabellos ya blancos, zapatos de caucho, sombrero de lana color café, nada mas sentarse sobre una banca de madera para que sus manos, en perfecta sincronía con los pies, se deslicen, ya tomando la lanzadera que contiene el ovillo del hilo previamente urdido, ya jalando la batidora, mientras va tomando forma la prenda, en este caso una cobija.

En ese ofició ha estado por algo más de 60 años, combinándolo con la agricultura. Lo aprendió cuando tenía 14 años de edad donde Socorro Calle, quien falleció hace poco tiempo.

Lo recuerda con nostalgia, porque también le dio trabajo a una hermana suya. Es que eran tiempos cuando habían bastantes obras y se necesitaban operarios. Había bastantes borregos. También mujeres dedicadas a hilar la lana de estos animalitos. Su esposa Nieves fue una de ellas.

Y como ella ya no está, don Manuel Ignacio deja su oficio poco a poco. No hay quien le ayude. Nos dice que lo hace por diversión, por costumbre, para escapar de la soledad; y porque no faltan clientes que le piden tejer, por lo general, cobijas, aunque el precio, 15 dólares por pieza, no sea atractivo.

Entre el traquetear del telar, apenas musita algo sobre su amada esposa:

.- “Ni me diga nada”.

.- Ah.

.- “Es terrible”.

.- Le comprendo.

.- “La esposa es la mejor joya; la llave de la casa”.

Don Ignacio ha tejido de todo: alforjas, cobijas, pantalones, camisas, chompas, frazadas, ponchos, entre otras prendas. Incluso a colores, otro arte complementario.

Son prendas abrigadas. Es que son hechas con hilo de lana de borrego. Él dice que en una chompa no se filtra el agua de la lluvia.

Muchas de esas prendas han ido al exterior. Y con algo de regocijo cuenta que a su casa han llegado algunos extranjeros, entre ellos de Bélgica.

Entre risas revela que aún espera las fotografías que le tomaron trabajando en el telar, y otras que se tomaron juntos. Es que le ofrecieron enviarlas. Lo mismo nos dice ahora. Y se ríe.

En sus mejores tiempos, don Ignacio tenía gran cantidad de obras. El ritmo bajó con la modernidad, sobre todo por la comercialización de prendas traídas de Otavalo; o del Perú, las cobijas.

Este apacible hombre, al que su gato le sigue atrás con un lánguido miau, miau, miau, ríe a placer cuando le decimos que, por el físico, por la actividad que desarrolla y por el semblante que demuestra, le quedan muchos años más de vida, que hasta le sobrevivirá a su telar de pedal.

Tras un breve silencio, un poco cabizbajo nos cuenta que se le murió un hijo hace año y medio. A una hija de él, Jenny Remache, de 18 años, le enseña el arte. Es la única. Y ya lo domina. Así que, hoy por hoy, ella es la extensión de los brazos de don Manuel Ignacio. No morirá la tradición familiar; tampoco el telar de pedal.

Otros  hijos viven en Oña; otros en la provincia de El Oro. “Cada quien por su lado”, porque “así es la vida”.

Don Ignacio ve que el sol comienza a ocultarse. Deja el telar, en el que penden delgadas betas de cuero y manojos de lana. Arrea las gallinas. Coge el arado y comenta que es mejor que la aradora mecánica.

Como quien nos despide, nos pide acompañarle hasta donde ha puesto a secar al sol maíz precosido. Lo envuelve con parsimonia. Ve que ningún grano quede en la tierra. Al siguiente día preparará este alimento con “pata de chancho”.

.- ¿Ha comido usted esto?

.- No; la verdad que no. Pero ha de ser sabrosa.

.- Claro, es rica; da fuerzas.

.- Hasta pronto…

.- Hasta pronto. Volverá pues… (F).

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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