Fiestas y civismo
Pocas semanas faltan para conmemorar 204 años de la Independencia de Cuenca.
Desde hacía mucho tiempo, dicha conmemoración ha sido desbordada por la farra, los conciertos musicales, entre otros eventos atractivos para el deleite.
Todo eso, de alguna manera, está bien. Nadie puede oponerse a la diversión sana.
Sin embargo, el civismo, tan venido a menos en las últimas décadas, no pasa de reflejarse en la colocación de ofrendas florales, de asistir a la Misa de Acción de Gracias, de cantar el Himno Nacional y el de la ciudad en la sesión solemne organizada por el Concejo Cantonal, más algunos desfiles.
Muchos serán parte de las fiestas, simplemente por ser las fiestas; menos por su significado e implicancia, peor para recordar la herencia dejada por quienes lo dieron todo para conseguir la libertad, en especial para traducir su ejemplo de cómo se debe luchar por una ciudad, comenzado por cultivar los valores, el espíritu cívico y labrase un mejor futuro con semblanza y pundonor.
¿Todo aquello ha quedado en segundo plano ante la prevalencia de la diversión, aun a costa del drenaje de los dineros públicos?
Alcaldes de varias ciudades han sido criticados, precisamente por financiar grandes conciertos musicales, pudiendo, con esos recursos, solucionar algunos problemas de la gente.
Y hasta han sido observados por las autoridades de control y motivo de fiscalización interna, a causa de irregularidades cometidas en la contratación de artistas internacionales o de promotores, en algunos casos hasta otorgados “a dedo”.
Los empresarios privados, por su cuenta y riesgo podrían asumir la organización de esos conciertos. Las Municipalidades les darían todas las facilidades, como permisos, y hasta algún incentivo tributario.
Quien mejores artistas trae, parece ser la disputa entre las administraciones de Cuenca y Azogues aprovechando las conmemoraciones cívicas. Es hora de saber ubicarse.
