Para quienes no le son suficientes ni las costumbres grupales probadas para alcanzar buenos niveles de vida, ni el conocimiento literario o académico profundo y comprometido con la búsqueda de la esencia del ser humano, puede ser que les atraiga cierto tipo de literatura concebida y producida precisamente para apoyar a la gente a vivir mejor… los libros de autoayuda.
Sobre los criterios de vida: Lo que aprendemos, ya sea de forma metódica en los sistemas de educación, así como a través de la experiencia, está en principio, orientado al desarrollo de capacidades que nos permitan vivir bien tanto personal como profesionalmente, resolviendo circunstancias que a menudo son duras y exigen de la gente condiciones intelectuales y sobre todo anímicas para salir adelante y alcanzar, en algunos casos, la felicidad o al menos la tranquilidad y la armonía, que pese a todas las tentativas, también se convierten en objetivos que no siempre se obtienen.
Algunos desarrollan formas de vida provenientes de tradicionales experiencias grupales. Así, las fuertes relaciones familiares fomentadas sistemáticamente por costumbres relacionadas con compartir momentos o acontecimientos, son formas culturales cuya eficacia para lograr bienestar y armonía han sido probadas en la práctica, aquí y en todo lado. En esa misma línea de acción se encuentran las reuniones entre amigos y el goce de compartir sin necesidad de otra justificación que no sea la de estar juntos. Son conductas sociales practicadas y cuidadas, no por la teorización intelectual, sino porque representan escenarios probados como buenos y eficaces.
Otros, en sus caminos existenciales, buscan en la ilustración los mecanismos para vivir. Aunque en realidad, estas experiencias no necesariamente pretenden conseguir el sosiego y la comodidad, sino más bien el descubrimiento y, en ese proceso, encuentran la tristeza, el fracaso y los otros estados vivenciales de la gente. La búsqueda del conocimiento, no necesariamente apunta al bienestar ni a la serenidad. Por el contrario, este camino puede llevar a la revelación de la nobleza o de la vileza que forman parte de una humanidad compleja, bienhechora en tantos casos y oscura y letal en otros.
Para quienes no le son suficientes ni las costumbres grupales probadas para alcanzar buenos niveles de vida, ni el conocimiento literario o académico profundo y comprometido con la búsqueda de la esencia del ser humano, puede ser que les atraiga cierto tipo de literatura concebida y producida precisamente para apoyar a la gente a vivir mejor… los libros de autoayuda.
Un cierto menosprecio
Ese tipo de literatura, que se encuentra a mitad de camino entre las experiencias empíricas positivas que son las costumbres comunitarias y, el desarrollo intelectual de la literatura o de las ciencias sociales, contribuye con quienes ven en sus contenidos caminos prácticos de vida y de sostenibilidad personal y profesional.
Quizá, quienes practican la sabiduría tradicional de compartir, podrían tener alguna objeción al desarrollo especulativo de conductas que no requieren de ninguna teorización y sí ser practicadas. Quizá, los que han conocido la sofisticada y profunda descripción de las diversas facetas de la condición humana por medio de la gran literatura o de las ciencias sociales, podrían menospreciar a esas producciones por considerarlas ligeras y banales. Sin embargo, ¡faltaba más!, tienen la importancia que sus lectores le otorguen, más allá de los criterios de los otros.
En el caso de los más reconocidos textos, que podrían ser considerados de autoayuda, como “Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman o “Los Siete Hábitos de las Personas Altamente Efectivas” de Stephen Covey o los libros de la misma naturaleza de otros, encontramos que se trata de la presentación de la sabiduría de siempre respecto a las buenas formas para vivir, pero de una manera diferente, más asequible a todos, para que sea mejor comprendida por quienes los leen que, no tienen pretensiones de descifrar nada intrincado y si quieren recibir apoyo directo para la complejidad y dureza de sus vidas.
Ahí se habla de la práctica de conductas efectivas para el bienestar de las personas como autoconciencia, autorregulación, automotivación, empatía y habilidades sociales, si es que nos referimos a la obra de Goleman, o se recomiendan comportamientos como la proactividad, comenzar con el fin en mente, poner primero lo primero, ganar-ganar, primero entender para luego ser entendido, valorar la sinergia y afilar la sierra, en el caso del libro de Covey.
Lo manifestado en las dos obras, a modo de recomendaciones o referentes de conductas, es pertinente.
Sin embargo, en la práctica….
Del dicho al hecho
¿Hasta qué punto nuestras lecturas o referentes discursivos guían nuestros comportamientos? Si analizamos uno de los pilares de la inteligencia emocional: la autoconciencia, considerada como la intención constante de conocerse a sí mismo, cuyos resultados deben ser el alejamiento de la intención de encontrar los errores de los otros… ¡ya suficiente tenemos con los nuestros!; o, si comentamos el texto de Covey cuando habla de la proactividad que significa asumir responsabilidades y no culpar al otro de lo que acontece con nosotros, constatamos que todos esos exhortos, nunca contradichos en el discurso, si lo son en la práctica.
Muchos no se controlan y se deleitan con el comentario hiriente y descalificador del otro. Es la lengua, instrumento terrible, arrasador y devastador de la dignidad y del honor de los otros, que se utiliza cuando ciertos individuos se reúnen con el fin de hablar mal del prójimo, con odio, rencor y menosprecio, en sórdidos escenarios presenciales o virtuales, en los cuales sus profundos complejos de superioridad o de inferioridad se evidencian libremente e incluso reciben adhesiones y manifestaciones de beneplácito.
Concluyo esta nota, con una cita bíblica del apóstol Santiago, sobre el rol de la lengua en la construcción de lo malo y perverso.
“Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno… pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y al Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.”
Podría además mencionar, sobre este aspecto, al pensamiento ateo, laico, marxista, ancestral o cualquier otro. Ninguno defiende la hipocresía, el alevoso insulto, las torvas miradas y la envidia enquistada en corazones opacos y mezquinos.
Por:
Juan Morales Ordoñez