Espeluzna comenzar la semana leyendo esta frase escrita por el alcalde de Durán, Luis Chonillo, publicada en su cuenta de Twitter.
Tan desconcertante confesión es parte del comunicado aparecido en esa red social, mediante el cual relata los “momentos muy duros en todo el país y nuestra ciudad”.
Cuando él iba al acto de su posesión, el 14 de mayo pasado, logró escapar de un atentado criminal.
Aquella fue una señal más de la violencia en Durán, como ocurre en otras urbes de la Costa; igual de la Sierra, del Oriente.
En aquel cantón, la semana anterior asesinaron a Miguel Santos Burgos, director de Terrenos. Muchos funcionarios municipales, concejales, han sido amenazados de muerte. Del primer grupo, algunos han renunciado.
El mismo alcalde, tras varias semanas de ejercer el cargo de manera virtual, ahora lo hace personalmente, resguardo por policías y protegido con casco y chaleco antibalas.
¿A tan extremo hemos llegado? Ver a un alcalde caminar en semejantes condiciones lleva a preguntar: ¿El Ecuador, en cuanto a inseguridad tocó fondo? ¿Ya no lo salva nadie?
Tal desesperación también estaría apoderándose de otros burgomaestres cuyas ciudades son asoladas por la delincuencia criminal.
Si bien trata de sacar fuerzas para confirmar su compromiso de servicio al pueblo, aun en medio del peligro, Chonillo exige al Gobierno Nacional disponer el resguardo las instalaciones de la Municipalidad; pues “las amenazas ya no son rumores, y los distintos hechos suscitados son (una) muestra de aquello”.
A nombre de los demás alcaldes, Luis Chonillo, en aquel mismo comunicado critica al Régimen de Guillermo Lasso. Este ha pedido a los gobiernos seccionales presentar un plan de seguridad y propuestas, cuando no tienen competencias para ello, peor los recursos para la seguridad ciudadana.
Es criticable dicha petición; descabellada cuando menos. El grito de Luis Chonillo es el de todos los ecuatorianos.