A iniciar el año nuevo con pie derecho, que nos vengan días de paz, salud, trabajo, bienestar y asuntos positivos en nuestras vidas. Es el sentir generalizado, pero los seres humanos no tenemos la sartén por el mango, siempre existen quienes conducen los destinos del País, Ciudad, cantón, etc. Ellos, gestores mayúsculos de la llamada democracia, de esa efímera bondad que respiramos el día de las elecciones, luego de que los aspirantes han abrazado al pueblo elector, han ofertado el oro y el moro, dijeron conocer el camino al cielo y que brindarán todo su contingente a beneficio del pueblo. Pero, luego del triunfo se cierran las puertas de la democracia y resulta imposible una cita con el ungido, peor aún que sus tímpanos escuchen el clamor ciudadano. Tantas cosas negativas ocurrieron que el pueblo ha perdido el interés en la praxis de los especialistas en la política, que usualmente no son exitosos en la vida privada tanto como en la pública, algún santo existe para favorecerlos así, tan intensamente. Claro es obvio entender que los que apoyan están desempleados y buscan colocarse, aunque no siempre posean la meritoria suficiente.
Más tarde, se adaptan tan bien, que no desean abandonar el mundo público y bailotean como adeptos al “Messismo” para sortear con habilidad todo accidente y cambian de camiseta al campo de juego del mejor postor y dicen que consultarán con la familia para el próximo acto electoral. Suenan escándalos todos los días y caramba se vuelven resistentes al comentario popular que hoy es tan intenso a través de las redes sociales.
Existe una palabra tan usada, oída, escrita, practicada y terrorífica por atrofiar el desarrollo de los pueblos, es la CORRUPCIÓN, según el diccionario¬; en las organizaciones especialmente públicas, consiste en la utilización indebida o ilícita de las funciones de aquellas en provecho de sus gestores. De esto resulta el desinterés colectivo (con honrosas excepciones). (O)