Los ecuatorianos por estos días estamos expuestos a una importante cantidad de información relacionada con personas que, de primera instancia aparentan ganarse la simpatía del público y convencernos de que son buenas personas, graciosos, con un dote aceptable y en algunos casos mediocre de talento artístico, haciendo cuanto sea posible por captar cinco segundos de atención de quien por efectos del algoritmo de su red social favorita, tuvo en su frente algún contenido creado bajo una óptica indescifrable de estrategia.
Pues, al mirar con dos grados de atención adicional dicho contenido, observamos como detrás de la persona que se supone es la principal de la expresión analizada, se encuentra gente a veces uniformada, empuñando banderas o, simplemente acompañando algo que caería en las definiciones perfectas de la ridiculez y la exposición vergonzosa innecesaria.
Lo más irónico de todo este sainete resulta ser que los supuestos artistas no pretenden la obtención de simpatía o algún seguidor adicional para su red social, como es la moda entre la juventud actual, sino que buscan convencer a sus observadores para que, por medio de algún baile grotesco, o una corriente intervención, confiemos en entregarles nuestro voto y que de esta manera lleguen a declararse mañana como autoridades de una ciudad o provincia.
Es una lastima que, estos personajes nos conciban como seres simples y básicos que nos dejamos apantallar por cualquier acto que genere ruido, sin importar que estos sean afrentosos, desagradables e incluso repulsivos. ¿Qué tanto están dispuestos a hacer para lograr una voluntad? Sin lugar a dudas para estos seres, el fin si justifica los medios y eso mi estimado lector, es muy peligroso. (O)
