Jorge L. Durán F.
Ciudades sin radares. Yo convertiré a los choferes en mansas palomas al volante. Los instalados serán retirados. La cárcel será solo para los del barrio. Ya lo verán.
Mil viviendas populares. Yo sabré dónde y cómo. Brotarán como leche al ordeñar la vaca.
Seguridad de noche y de día. Yo tengo la fórmula mágica. “Angelitos” y “angelotes”, aun los “patrones del mal”, las aspirantes a “muñecas de la mafia”, serán parte de Sodoma y Gomorra.
Todos los perros, ni se diga los callejeros, tendrán hotel, incluyendo los hortelanos y los que ahora me mueven sus rabos sin pedirme nada a cambio.
Habrá más hospitales, parques y jardines; vías asfaltadas hasta las cunetas; mercados y plazas. Es que yo, no solo multiplico panes y peces, también dólares. No seáis hombres de poca fe, ni emuláis a Santo Tomás. ¡Creed en mí!
Yo, solamente yo, cual José Arcadio Buendía ordenaré la ciudad de norte a sur y de este a oeste, de tal manera que todos, aun los que viven en la vieja ciudad, reciban los rayos solares con igual intensidad a la hora del frío; los buses llegarán a sus destinos a la misma hora, y los vehículos particulares circularán cual trompos en la palma de la mano. ¡Votad por mí!
Yo, quién más, dotaré de computadores, tablets, café con leche y pan fresco, y si alcanza –pero cómo no va a alcanzar- hasta celulares. Con esto y mucho más la niñez vivirá feliz y contenta. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”. Con que sus padres voten por mí… “sufi”.
Todos toditos todos tendrán las puertas abiertas en mi administración. Y en la institución a la que gracias a su gentileza democrática llagaré como el Nazareno a Jerusalén, a todos sus “humildes servidores” os veréis trabajando sonreídos, sin audífonos, peor con celulares. De la “hora del cafecito” se olvidarán, no llevarán la mini de Zhumir, ni las “arañitas” (por pasarse solo tejiendo) ofrecerán sus catálogos de Yanval, de Eloisa, o la maleta con “ropa americana”.
Si ya os revelé el poder multiplicador que tengo, será fácil multiplicar el presupuesto, dividirlo en partes iguales para que no se enojen ni ratas ni ratones, ni contratistas ni proveedores; y si llegare a faltar, os prometo derramar hasta mi última gota de sangre exigiéndole a papá Estado.
¡Ah!, casi mi olvido. Conmigo no habrá corrupción. A la hoguera irán corruptos y corruptores. Los que venden cargos. Quienes redactan los “términos de referencia” para hacer ganar a los pillos de siempre; aun los que financian mi campaña y, de pronto, algún ñaño, cuñado o “pichuquina” que osen manchar mi acrisolada honradez.
La campaña electoral. “Ataaaja”… “¡Cosa más grande la vida, chico!”. (O)
Voten por mí…
Ciudades sin radares. Yo convertiré a los choferes en mansas palomas al volante. Los instalados serán retirados. La cárcel será solo para los del barrio. Ya lo verán.
Mil viviendas populares. Yo sabré dónde y cómo. Brotarán como leche al ordeñar la vaca.
Seguridad de noche y de día. Yo tengo la fórmula mágica. “Angelitos” y “angelotes”, aun los “patrones del mal”, las aspirantes a “muñecas de la mafia”, serán parte de Sodoma y Gomorra.
Todos los perros, ni se diga los callejeros, tendrán hotel, incluyendo los hortelanos y los que ahora me mueven sus rabos sin pedirme nada a cambio.
Habrá más hospitales, parques y jardines; vías asfaltadas hasta las cunetas; mercados y plazas. Es que yo, no solo multiplico panes y peces, también dólares. No seáis hombres de poca fe, ni emuláis a Santo Tomás. ¡Creed en mí!
Yo, solamente yo, cual José Arcadio Buendía ordenaré la ciudad de norte a sur y de este a oeste, de tal manera que todos, aun los que viven en la vieja ciudad, reciban los rayos solares con igual intensidad a la hora del frío; los buses llegarán a sus destinos a la misma hora, y los vehículos particulares circularán cual trompos en la palma de la mano. ¡Votad por mí!
Yo, quién más, dotaré de computadores, tablets, café con leche y pan fresco, y si alcanza –pero cómo no va a alcanzar- hasta celulares. Con esto y mucho más la niñez vivirá feliz y contenta. “¡Dejad que los niños se acerquen a mí!”. Con que sus padres voten por mí… “sufi”.
Todos toditos todos tendrán las puertas abiertas en mi administración. Y en la institución a la que gracias a su gentileza democrática llagaré como el Nazareno a Jerusalén, a todos sus “humildes servidores” os veréis trabajando sonreídos, sin audífonos, peor con celulares. De la “hora del cafecito” se olvidarán, no llevarán la mini de Zhumir, ni las “arañitas” (por pasarse solo tejiendo) ofrecerán sus catálogos de Yanval, de Eloisa, o la maleta con “ropa americana”.
Si ya os revelé el poder multiplicador que tengo, será fácil multiplicar el presupuesto, dividirlo en partes iguales para que no se enojen ni ratas ni ratones, ni contratistas ni proveedores; y si llegare a faltar, os prometo derramar hasta mi última gota de sangre exigiéndole a papá Estado.
¡Ah!, casi mi olvido. Conmigo no habrá corrupción. A la hoguera irán corruptos y corruptores. Los que venden cargos. Quienes redactan los “términos de referencia” para hacer ganar a los pillos de siempre; aun los que financian mi campaña y, de pronto, algún ñaño, cuñado o “pichuquina” que osen manchar mi acrisolada honradez.
La campaña electoral. “Ataaaja”… “¡Cosa más grande la vida, chico!”. (O)