Cuando hablamos o escribimos es importante mencionar “el cuando” a fin de poder emitir, oportuna y adecuadamente, cualquier juicio de valor. En este caso, los renglones que siguen fueron escritos sin conocer los resultados del presente proceso electoral. Escribo en la noche del cinco de febrero. Desde esta atalaya bienvenidos sus comentarios.
El civismo en Ecuador está de retirada. Lentamente nuestros símbolos patrios han dejado de estar presentes en nuestras vidas, los estamos olvidando o al menos yacen en algún rincón, perdido para el día a día de nuestras vidas. Décadas atrás nuestra Bandera nacional movía multitudes. No olvido los momentos cuando cantar nuestro Himno era sentir a la Patria en nuestras gargantas, en nuestras vidas. Esta mañana, a las siete, izamos el Tricolor Nacional en Fata Morgana, nuestra propiedad en Salinas, provincia de Santa Elena. A las seis de la tarde arriamos la Bandera, había concluido la jornada electoral. No habrán olvidado ustedes que, hace bastantes años ya, una jornada electoral era un día de fiesta: todo edificio público se engalanaba con la bandera nacional y cosa igual se hacía en muchísimos hogares. Hoy, mientras nos dirigíamos al recinto electoral, busqué esas banderas en los edificios: lucieron por su ausencia.
Ustedes conocen que soy morlaco y sigseño, amo entrañablemente a esta patria chica y a las poblaciones que se cruzan entre Azuay y Morona: Molón, Granadillas, Chigüinda, Aguacate, La Pradera, Osococha, etcétera. A pesar de haber vivido sesenta años en diversas provincias del Ecuador, alejado físicamente del Azuay, siento a mi provincia muy cercana a mis sentimientos y recuerdos. Los amores se cultivan o los amores desfallecen. Las costumbres se mantienen o nos abandonan. El amor de patria debe dejar de ser una frase fofa y convertirse en un catálogo de vida que la enriquezca.
Las universidades y diversos grupos colegiados deben sentarse a estudiar antecedentes y consecuencias del proceso electoral llevado a cabo hoy. Presiento que hay actitudes que deben cambiar. Nos hallamos en picada acelerada hacia el desmejoramiento de nuestra cultura cívica. Contener un potro desbocado no es tarea fácil, pero de eso se trata. Cuando conozcamos los datos y examinemos los diversos factores que los produjeron será el mejor momento para diseñar caminos que nos conduzcan a un civismo depurado y benéfico para la vida del ecuatoriano. Cierro este comentario tangencial a las once de la noche del domingo cinco. ¿Aprobaremos este examen cívico? (O)