“Disfruten de la libertad, yo voy a pagar por ello” son las palabras del obispo Álvarez, figura de la resistencia nicaragüense que se negó a salir de su país esta semana y al día siguiente fue sentenciado sin fórmula de juicio a 26 años de cárcel mientras el régimen se inventaba un nuevo castigo para sus opositores a los que ya había amedrentado de todas las formas: esta vez les retiró su nacionalidad.
Y así vemos a la historia repetirse, en su peor versión, Nicaragua fue gobernada por tres generaciones de Somoza entre 1936 y 1979, lo hicieron de forma autoritaria y violenta. El padre y los dos hermanos Somoza representaron la opresión, tiranía, tortura y muerte durante 40 años.
La dinastía Somoza cayó un 17 de julio de 1979, combatida por la revolución sandinista y por figuras como Pedro Joaquín Chamorro, director del Diario La Prensa asesinado meses antes. El sandinismo gobernó el país luego de ganar elecciones, también lo hizo la viuda de Chamorro. Sin embargo, Daniel Ortega, quien poco a poco expulsó las figuras del sandinismo erigiendo una nueva dinastía violenta con su esposa Rosario Murillo, acaba de expulsar y expatriar 222 opositores, incluidos los hijos de Chamorro.
Hoy el sandinismo gobierna Nicaragua con peores prácticas que los Somoza. Ortega gobierna desde 2006, su esposa Rosario Murillo es la vicepresidente y ocho de los nueve hijos tienen rango de asesores, controlan desde negocios de petróleo hasta canales de televisión. El hijo Rafael Ortega fue sancionado por el Departamento del Tesoro de los EE. UU por lavado de activos y hoy está a cargo de las operaciones del Alba en Nicaragua.
Ortega ha destruido la democracia a gran velocidad, en pocos años ha llevado Nicaragua a un régimen de partido único. Opositores encarcelados ya sean dirigentes estudiantiles, periodistas, políticos o sacerdotes. Ha reformado Constitución y leyes a conveniencia y a medida que consolida sus alianzas con parte de la élite económica, sube la apuesta sobre su rol en la geopolítica: uno de sus hijos afirmó este mes que su país debería convertirse en la “plataforma” de Irán en Centroamérica.
La dinastía Somoza fue sangrienta y tirana, Ortega y Murillo son lo que combatieron, ahora reciben la condena de la comunidad internacional, incluyendo a presidentes de su propia tendencia ideológica. Dentro y fuera de Nicaragua se multiplican las voces que “Ortega y Somoza son la misma cosa”. (O)