Otra vez estamos bajo la lupa de un manojo de compatriotas, conducido por un político que trabaja bajo el pensamiento del mariateguismo que consiste en delimitar el marxismo y el indigenismo en nuestra América, conceptos superados por las variantes del socialismo democrático y el indianismo, pero que los enclaustrados en el pasado no dan paso a la evolución de las ideologías, menos al de la sociedad civilizada.
Este grupo respetable, aun cuando no respetado por el accionar de su líder, viene de chantajear a un gobierno que ciertamente no estuvo a la altura de las expectativas de la mitad de votantes, pero esa fue la decisión de una discutida democracia que aún es vital para la convivencia civil, democracia que se sustenta en una aún más cuestionada Constitución que la impuso otro atrabiliario, pero gobernador legítimo por la voluntad de una mayoría.
Las minorías juegan un papel trascendental en cualquier pueblo educado, porque ellas tienen una voz activa o intervienen en las instancias decisorias del poder, representando a aquellos sectores sociales o fracciones de clase comprometidas con las diferentes modalidades de lucha por la cuestión social. Por eso son consideras minorías los pueblos indígenas, los negros (con perdón del término, porque ahora se dice que este sustantivo en racista y que debe ser sustituido por el eufemismo afroamericano, en nuestro caso afroecuatoriano), los blancos, los homosexuales, las mujeres, los ambientalistas, los minusválidos, los agnósticos y ateos, los antineoliberales, etc. y etc.
Desde el punto de vista de su identificación social, la minoría se presenta siempre IN STATU NASCENDI, es decir, en la condición de una entidad en formación, que se alimenta de la fuerza y el entusiasmo de los estados nacientes. Aun cuando lleve muchos años de existencia, la minoría vive en eterno recomenzar. Pero resulta que estas minorías ahora quieren irrumpir con sus decisiones a la fuerza y soslayar el pensar y actuar de las mayorías que las defienden las democracias modernas, es decir, las minorías sobre las mayorías.
Si la pusilanimidad de este gobernó decadente y sin brújula no reacciona ante las amenazas de grupos terroristas de diferente jaez, corresponde a la ciudadanía defender su sistema de vida e impedir el caos, el desorden y la anarquía. Si la población general sigue pasiva, apática, viendo de lejos los acontecimientos vandálicos, los fanáticos y alienados podrán hacer lo que quieran, y los que sobrevivan se quedarán a contemplar los resultados. (O)