No busco crear un suspenso innecesario. Me refiero a la creación del ser humano. En ocasiones nosotros jugamos a ‘los inventores’. Acertamos unas pocas, las más de las veces fracasamos, pero en todo caso por nuestro querer: quisimos hacerlo, lo probamos, intentamos una y otra vez.
Pero del Creador, del Hacedor del universo, del Dios todopoderoso, del Omnisciente y del Padre del universo no podemos ni siquiera pensar que al hacer lo que hizo, no sabía ´a ciencia cierta´ en el lío en que se metía: a más de crear una máquina humana perfecta se ´le ocurrió´ dotarla de los instrumentos indispensables para conocer lo existente y todas las posibilidades inherentes al proceso de conocimiento y, finalmente, colmo de los colmos, lo creó dotado de libertad.
Si alguien duda de la existencia de Dios le sugiero regresar, con lápiz en mano, a la aparición del universo, acompañar el devenir de lo creado, de ser posible, hasta nuestros días y luego sentarse un buen rato y gritar a voz en cuello: CIERTO HA SIDO. Imposible que el azar produzca inteligencia. Imposible que la voluntad, motu proprio, opte por la inteligencia y, también, imposible, que la inteligencia se afinque en el cerebro para asegurar su vigencia. Ayúdenme ustedes, amables lectores de El Mercurio, a profundizar y explicar mejor estos párrafos.
Mucho se ha escrito sobre este tema. Épocas de gloria y pensadores notables dejaron consignados sus asertos. Pero, al igual que las grandes incógnitas que nutren nuestra vida, ésta seguirá acompañándonos porque el día en que el humano deje de preguntarse y de cuestionarse sobre temas que tienen que ver con su origen y su final, creo que en ese día se empezarán a cerrar las tiendas y apagar las luces porque el mundo se habrá dado su último adiós: habrá renunciado a pensar en el ayer, el hoy y el mañana, cápsula eterna de nuestro ser, permanecer y también desaparecer.
No me imagino a Dios creando ‘un algo’ (no puedo llamarle juguete porque no lo somos) para ‘divertirse eternamente’.
El próximo 9 de octubre cumpliré, Deo favente, 88 años, tarea no muy sencilla para los humanos, algunos se nos van sin saber el por qué ni el cuándo fue. Siempre consideré como otro de los aciertos del magnánimo Creador habernos hecho desconocedores de la fecha de partida, ¿concuerdan ustedes conmigo? (O)