Un buen término para definir los momentos por los cuales estamos atravesando en el país sería la palabra convulsión, toda vez que, si echamos un vistazo a un par de semanas atrás descubriremos la cantidad de situaciones naturales, políticas y sociales por las que hemos atravesado y el gran calado en el orden nacional que estas condiciones generaron.
Lo curioso del caso radica en el hecho de que, si nos ponemos a revisar la historia de nuestro país descubriremos que el patrón de comportamiento del entorno natural ha sido más o menos similar por estas fechas pues, no es novedad que las ciudades hermanas de la costa queden literalmente bajo el agua, vivamos desastres terribles como el acaecido en Alausí, o la cantidad de carreteras bloqueadas por efectos de los derrumbes. Bajo este contexto, lo que llama mucho la atención es la nula planificación de los estamentos nacionales quienes debían prever planes de acción que permitan mitigar los efectos y consecuencias que al final de cuentas siempre culminan en drama humano.
Adoptando una posición empática con la primera autoridad del país, nos imaginaremos todo el desgaste y preocupación profunda que le debe causar la escasa acción mitigadora nacional en los temas anteriormente expuestos sumado al posible juicio que deberá enfrentar próximamente en frente de una asamblea igualmente mediocre y muy echada para menos. (O)