Hablamos en la entrega anterior de la institución del Día Mundial de la Poesía y de los orígenes de esta en la cultura griega.
Pese a los datos consignados, recordemos que en las culturas orientales, anteriores o contemporáneas a la clásica, se dieron también brotes auténticamente poéticos. Pero, sin extendernos en exceso, solo mencionaremos, al paso, que uno de los más bellos ejemplos de lirismo ocurre en la Biblia, en el prodigioso CANTAR DE LOS CANTARES, según algunos autores, del siglo X A. C. y según otros del IV.
Volvamos ahora a los dos grandes nombres de la poesía lírica griega, que mencionamos.
ANACREAONTE, (siglo VI A. C.) es claro ejemplo del poeta lírico por vocación y por decisión, tal como leemos en el texto LA LIRA: “Héroes, dejad de enardecer mi mente,/ porque mi lira, solo amores canta.”
Hay un renunciamiento a los temas épicos; no los quiere cantar, solo desea elevar su melodía en torno a las intimidades sentimentales, líricas.
Quedan numerosos ejemplos de su poesía, y bastante bien conservados. Poema intimista y de gran belleza es A MÍ MISMO, del que tomamos estos versos tan expresivos:
“Están grises ya mi sienes,/mi cabeza es cana y viejos/son mis dientes; ya no tengo/ mi agradable juventud.// De la vida más sabrosa/ me quedó no mucho tiempo;/ por lo cual sollozo, a veces…”.
SAFO DE LESBOS, es la voz femenina más sólida de toda la poesía clásica. Vivió en el siglo VI A. C. y varios de los hermosos textos que de ella nos han quedado, muestran claramente su inclinación amorosa por las personas del propio sexo, como este delicadísimo ejemplo: “de verdad que morir yo quiero/ pues aquella llorando se fue de mí.// Y al marchar me decía: Ay, Safo,/ qué terrible dolor el nuestro/ que sin yo desearlo me voy de ti.// Pero yo contestaba entonces:/ No me olvides y vete alegre/ sabes bien el amor que por ti sentí…”
Texto sobre la partida de la amada y el desgarrado adiós, que la poeta trata de enfrentar con valor.
Pero cuando un hombre le arrebata el amor, mira todo con inmensa tristeza: “en mi pecho el corazón se estremece./ Apenas te miro, la voz no viene más a mí,/ la lengua se me inmoviliza, un delicado/incendio corre bajo mi piel…”
Hasta el momento de su emerger en la literatura griega, ninguna mujer había hablado tan sentidamente de la pérdida de otra. (O)