¿Por qué?

¿Por qué, por qué estamos a punto de tocar fondo como país, como sociedad?

¿Qué hicimos mal para que nos hayan caído encima las siete plagas?

¿Por qué estamos frente a un Estado dinamitado por los cuatro puntos cardinales, si es que no estamos ya ante un Estado fallido o un narcoestado?

¿En qué momento confiamos los destinos de la patria a cuenteros, a rateros mesiánicos, a aspirantes a caudillos, a engendros de narcos, a ricos carentes de horizonte y de suficiente hombría, a individuos sin escrúpulos ni vergüenza, a chiflados, a conspiradores, a rifadores de su propio honor?

¿Qué y cuántos pecados mortales cometimos para que la patria esté a punto de convertirse en Sodoma y Gomorra?

¿En qué rato permitimos que al país se lo lleven en un santiamén? ¿O nos hayan encandilado, anestesiado, para manejarlo a imagen y semejanza de su glotonería, de su endiosamiento, de su prepotencia?

¿Qué estamos pagando para que politiqueros, narcos, sicarios, asaltantes, ladrones de toda laya y apelativos, “vacunadores” y toda esa ruin estirpe del bajo mundo, quieran someternos, arrinconarnos, robarnos hasta la esperanza y, si es posible, llevarse nuestra fe, nuestra alegría de vivir, nuestro esfuerzo para producir, aun en medio de los avatares, que son muchos?

¿Qué poderes omnímodos y compadrazgos tiene aquel ejército del mal, que se ríe de la Justicia, que le “hacen la yuca” a jueces, fiscales y Policía; ¿que manda en las cárceles, que financia campañas políticas, que hasta tiene compinches en los diversos poderes del Estado, en especial en ese antro donde comulgan con Dios y con el diablo, donde les da igual ser escobas, tener uñas largas o aparecer como envolturas de la estupidez?

¿Cómo es que esa estirpe nauseabunda, de un momento a otro haya reaparecido con tanta fuerza y alevosía, con crueldad y ensañamiento, dispuesta a darle guerra al Estado; y hasta parece que es parte del tren demoledor que quiere arrasar con todo, si es posible hasta con los huesos y pellejo de este Ecuador, ¿del que todos quisieran escapar?

¿Por qué en este país tienen que asomar personajes cleptómanos, sociópatas, que hasta se encuentran la banda presidencial, curules, togas, uniformes, insignias; además de los histriónicos y “judicapedantes”, o aquellos “donnadie”, pero útiles para forjar fines perversos y disputarse los jirones de la patria, ¿los pocos que quedan por su puesto?

¡Ay país, país!

Si antes te consagraban a cualquier santo, ahora te han consagrado a los mil demonios. ¿Quién nos libra? (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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