No hay duda. Uno de los gravísimos problemas del nuevo alcalde de Cuenca, Cristian Zamora, será el del tranvía, en tanto en cuanto sistema integral de transporte, autosustentable en lo económico y libre, de una vez, de líos judiciales y de deudas, millonarias, por cierto.
La operación del tranvía comenzó hace dos años y medio, pero se acumulan las pérdidas. El número de pasajeros apenas llega a la mitad del estimado: 40.000 usuarios por día. Si esto no se logra, el sistema no es económicamente sostenible.
Según reportes de la Unidad Ejecutora del Tranvía, se requiere USD 5,5 millones anuales para la operación del tranvía. En 2022 se recaudaron USD 2,7 millones. La diferencia la subsidia la Municipalidad.
Es un sistema de transporte público. Esto está claro. No por ello puede sobrevivir a expensas de un subsidio oneroso, sólo útil para quien quiere ser llevado en hombros.
Y peor si hay deudas pendientes: por la construcción, USD 50 millones. USD 10 millones por los arbitrajes perdidos con empresas constructoras por haber terminado de manera unilateral los contratos. Hay otros en litigio.
A los gastos por operación y mantenimiento se suma la adquisición de repuestos, un programa de seguros, y tarjetas de pago. Suman alrededor de USD 3, 6 millones.
El plan de la administración saliente resultó insuficiente. Las tratativas con la Cámara de Transporte para integrar los buses urbanos al tranvía, fracasaron. Esto incluye unificar los sistemas tecnológicos de cobro; es decir una tarjeta única, amén de revisar el valor de las tarifas, ya en la agenda de los transportistas.
He allí los desafíos para el muevo alcalde. Su sucesor le deja un plan B. Incluye tranvía, buses eléctricos y bicicletas eléctricas, algo así como querer municipalizar el transporte urbano. Pero, ¿es ejecutable a la luz de las realidades?
El alcalde -dentro de seis días en funciones- y los transportistas deberán verse las caras y resolver las diferencias en torno a la integración de los dos sistemas. O sí, o sí.