El valor de un hombre se mide por lo que vale su palabra. Las palabras no solamente son importantes porque explican nuestras experiencias, difunden nuestros conocimientos y comunican nuestro mensaje, son importantes en cuanto hay “otro” que las escucha y les da un valor, pues confirma que existimos. El valor es una cualidad de un sujeto o un objeto. Debemos serle fiel a la palabra, a su importancia, a su significado, a su razón, al haberla pronunciado, y conservar valores, no pronunciarla por acto mecánico, ser ético y auténtico en el cumplimiento de la palabra. Con las palabras se puede construir o destruir, por ello las palabras moldean la mente creando pensamientos y acciones y su correcto uso es mandatorio. Las palabras generan nuestra visión de las cosas y de los hechos, lo que sentimos o requerimos. Ello explica que es importante respetar la palabra dada y el cumplimiento de lo que ella involucra ante quien o quienes fue pronunciada, ofertada, expuesta. Existe un compromiso a cumplirla y está en juego nuestra confianza, respeto y credibilidad.
Vale por lo citado, pensar dos veces antes de emitir vocablo, sentencia u oferta, frente a la palabra dada, existen repercusiones en caso de faltar. ¿Somos o no confiables? Somos personas íntegras o nos volvemos lenguaraces, asunto que es muy común en la praxis política, en donde prima “yo te ofrezco…. busca quien te dé”. El incumplimiento de la palabra, genera violencia, desconsideración, deshonestidad, incredulidad, impuntualidad, hostilidad y discordia. El uso correcto y verás de nuestra palabra, significa que nos respetamos y respetamos a los demás, brindando confianza.
Cuan lamentable resulta en nuestra “democracia”, escuchar de los políticos, discursos falaciosos que más pronto que tarde, generan reacción en los electores, deberían ser persuasivos de verdades, elevando el nivel político. (O)