Hizo bien el presidente Guillermo Lasso de no pretender la reelección y, eventualmente, conseguir finalizar el periodo para el cual fue elegido hace algo más de dos años.
Habrá sopesado varias situaciones. Una, la bajísima aprobación popular a su gestión. Tentar la reelección en estas condiciones implicaba un salto al vacío.
Dos, para guardar coherencia con su resolución de cerrar la Asamblea Nacional, también de pobrísima aceptación ciudadana. Si bien, varios exlegisladores intentarán ser reelectos, se someterán a una impredecible decisión popular, han sido ridiculizados y, de alguna forma, hasta aplaudida la aplicación, por parte de Lasso, de la muerte cruzada.
El tiempo y la historia juzgarán la gestión del presidente. Vendrá cuando la evaluación se haga sin apasionamientos, sin odios políticos, se sopesen los resultados positivos, las condiciones en las cuales le tocó gobernar, como las de ser objeto de un casi diario e implacable torpedeo y acoso; o por no tomar decisiones a tiempo, pero haber resuelto dejar el poder antes del periodo para el cual fue electo.
Ya sin Lasso en la papeleta, el país entra de lleno en el proceso electoral. Si bien, según Cedatos, más del 80 % de ecuatorianos aún no sabe por quienes votar, quedan pocos días para conocer, en firme, a los candidatos a la Presidencia de la República y a la Asamblea.
El Consejo Nacional Electoral amplió el plazo para elecciones primarias, registro de alianzas e inscripción de candidaturas. Cumpliendo la resolución del Tribunal Contencioso Electoral ha dispuesto aplicar la paridad entre hombres y mujeres en binomios presidenciales y el 50 % de encabezamiento de mujeres en listas pluripersonales.
Son días de intenso ajetreo político. Ojalá los electores no sigan apáticos. Al contrario, deben interesarse por el destino del país, optando por elegir con el pensamiento. Ecuador no está para experimentos. Peor para esperar un “Mesías”.