Periodismo, lenguaje y excrementos

En cierta ocasión A. Schopenhauer decía que la exageración de todo tipo le es al periodismo, tan esencial como al arte dramático: de lo que se trata es de agradar todo lo posible cualquier incidente. Por ello, infería que todos los periodistas son alarmistas de oficio, pues se ponen a ladrar como los cachorritos a todo lo que se mueve, esa es su manera de hacerse interesantes. Y agregaría algo más: en materia política les sirve para adquirir poder y dinero, como se puede comprobar en de medios digitales: incendiarios, luego acaudalados y poderosos por chantajistas y timadores. Lo peor, extranjeros sin título y acreditados por el mismo organismo gremial. 

Pueda que en parte tenga razón el PESIMISTA alemán, pero también es cierto que, si el comunicador social no dramatiza ciertas circunstancias negativas de la sociedad, todo pasa desapercibido y las trompetas de sus alarmas no se las valora por ninguno lado, menos por los imperios y sus gobernadores. Entonces, bien que el periodismo sea un cristal de aumento responsable, pues su misión es proyectar las falencias humanas para que sean revisadas y no sometidas a los intereses particulares.

Me inclinaba por sustituir la palabra excremento por mierda, caca o cagada para llamar a la lectura del interlocutor y de las autoridades, pero cambié por uno “delicado”. No obstante, hay que admitir que ciertos sentimientos como la ira o la impotencia, inclusive la felicidad o la desdicha, se exteriorizan con un lenguaje abrupto y procaz. Por ejemplo, ¿quién no se apoderó de palabras y frases inverecundias al despertarse con la noticia de que 137 insolentes, comandado por un zascandil fueron a sus barracas donde vinieron?  Hasta el más ponderado del lenguaje vomitó palabras en contra de esta especie larvaria, que ahora quiere volver.

Los parques y parterres pasan inundados con porras de mierda, más que las hojas esparcidas en otoño. Estas áreas de esparcimiento se han convertido en lugares de desechos de animales, especialmente de perros que hace que estos sitios apesten igual o peor al recinto de la Asamblea, cuando ahí habitaban. La verdad es que los parques y parterres son insoportables por la cantidad de estiércol de animales, sobre todo de perros. Hay habitantes inescrupulosos que sacan a sus mascotas para que se defequen en estos lugares, sin comedirse en recoger la porquería. Ya es hora de poner solución a esta podredumbre de la ciudad. ¡Qué vergüenza, qué bochorno, señor alcalde!  (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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