La campaña electoral para las elecciones del 20 de agosto arrancó oficialmente; denotándose como una campaña que tiene algunos elementos diferentes y otros comunes, con relación a la campaña presidencial del 7 de febrero de 2021
Entre los elementos diferentes está el hecho de que ya no son 17 los candidatos presidenciales sino 8, durará algo más de un mes y, además, se da en el contexto de una grave crisis de inseguridad y de una desconfianza récord de la población con respecto a la política y los políticos, lo que ha provocado un porcentaje de indecisos inusual a estas alturas del proceso electoral en marcha. Adicionalmente, la existencia todavía de impugnaciones, a algunas candidaturas, ha llevado a que el CNE exprese públicamente su temor de que el calendario electoral pueda sufrir alteraciones.
El corto tiempo de campaña y la desconfianza acrecentada en la política implicará que los electores no tengan el tiempo suficiente, ni el interés, para conocer las propuestas y los planes de gobierno de los candidatos; por lo que ahora, más que antes, las posibilidades para un voto más reflexivo y de opinión serán menores.
En este escenario tendremos, también, la reedición de elementos similares a los de la campaña de 2021, esto es: una campaña donde los candidatos (as) irán a la caza de un voto clientelar y emocional; por esto mismo, como nunca, más que planes y programas lo que se hará es presentar un montón de promesas y ofertas que seduzcan al electorado, especialmente a aquel que sufre de pobreza material pero también de pobreza política. Será una competencia entre quienes ofrecen más seguridad, empleo, salud, educación, vivienda, seguridad, créditos, bonos, etc. etc…En suma, una competencia entre quienes ofrecen dar más rápido la “felicidad” a los ecuatorianos y ecuatorianas. Un ofrecimiento que, con seguridad, estará presente en el debate que se realizará entre los candidatos presidenciales.
Se trata de una campaña donde, más que las concentraciones y el contacto directo con los electores, privilegiaría el uso de los medios digitales y de las redes sociales, especialmente tik tok. Un uso que, además, traería aparejada una mayor presencia de las noticias falsas, los insultos y la denigración del adversario político. (O)