Se admita o no que vivamos en una época de cambio o cambio de época, cualquiera dice relación a que la identidad está establecida de forma inequívoca y en la cual sus características son reconocidas sin ser cuestionadas en sus consecuencias. Hay cavilosos, pero también atrabiliarios revolucionarios que hablan sobre las usanzas, entre ellas los atuendos. Para el caso recordemos la frase del Dr. J.M. Velasco Ibarra: “Si queréis revolución, hacedla primero en vuestras almas”, a la que se pudiera parodiar diciendo: Si queréis revolución, hacedla primero con tus obras, no con indumentarias.
A ninguno nos es posible quitarnos totalmente los ornamentos de la cultura, ni siquiera cuando salimos desnudos, ya que esa también es una manera de vestirse, una forma cultural de ser, porque “cultura es todo lo que se despeja de la fijación natural”, es decir, lo que el ser humano ha creado y sigue creando, desde los primitivos utensilios hasta la moderna tecnología, como la vestimenta.
El vestido siempre ha coordinado con la moda, armonizando con el respeto y la urbanidad imperantes, pues así nos enseña Carreño: “es el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás, atención y respeto que les son debidos”. Agrega en “Principios Generales sobre la Urbanidad” que, es una emanación de los deberes morales para dar buena armonía por medio de impresiones agradables que produzcan los unos sobre los otros.
Se ha visto romper estas reglas en acontecimientos como en toma de posesión de altas dignidades o en la inauguración de eventos importantes. Para llamar la atención o simplemente por despiste, los protagonistas asisten como si fueran al mercado, al estadio o a corrida de cornúpetos.
Quería hablar sobre la corbata, pero el espacio es enemigo, entonces un cierre, nada más.
Los pedazos de telas colgantes que los hombres anudan alrededor del cuello en ocasiones importantes, siempre fue un emblema de estatus y respeto. Indica que está lo suficientemente “au courant” como para demostrar que se está bien situado y a la altura del acontecimiento que asiste. Otros semióticos le dan significado de fuerza masculina y representación del órgano fálico o simplemente de status social de elegancia y distinción, independiente del género.
Ahora las autoridades del posmodernismo asisten a actos solemnes mostrando pelo en pecho o su piel lampiña. “Qué vergüenza, que bochorno”. (O)