Qué país el nuestro

Donde por denunciar, el dueño del poder te persigue a sol y sombra, hasta disponiendo a sus rasputines buscarte bajo el colchón.

Donde por investigar, peor si eres periodista dedicado a esta quijotesca labor, te someten a la ley, la manipulan y tuercen a los jueces para que te condenen.

Donde si eres opositor político, convencido de tus ideales, de tu lucha por la verdad, la ética y la transparencia, te marginan, te joden, no sólo a ti sino a tu familia; se inventan hasta de que eres vomitado por el infierno.

Donde si te atreves a meterte contra los mafiosos, no solo de la coca, sino de la política, transformados en una sola cabeza, primero te ablandan, luego de matan. Tan simple como matar a un gusano que se cruza por la vereda.

Donde si hablas y gritas porque se roban los dineros públicos o reciben millones de dólares a cambio de contratos con el Estado, te amordazan, te vilipendian, te dan garrote, te obligan a esconderte en la selva. Y si persistes, te matan.

Donde si descubres y delatas a los que engordan sus bolsillos negociando contratos petroleros a cambio de depositarles coimas en paraísos fiscales, o que las entreguen en crudo para esconderlas en casas de los brujos, o lavarlas donde sea, primero te escupen en la cara, te dicen que tu esposa te es infiel, que conocen por dónde van y vienen tus hijos, luego te matan.

Donde si te dispones a poner tu pecho a las balas, a impedir que resucite lo que consideras que es la fuerza del mal, a ponerte sobre tus hombros al país que se desangra, que sigue corrompido, apendejado hasta el tuétano, sin justicia, acorralado por las mafias de todo pelambre, te denuestan; y si persistes, primero te amenazan, desde las cárceles incluso, luego te asesinan. Y en este país, asesinar es tan fácil como lo es ingresar armas y drogas a los reclusorios, lograr una acción de protección para burlar a la justicia, conseguir que la de otro “país amigo” te espulgue y te excomulgue, te convierta en serpiente con alas.

Donde si convencido de tu lucha osas por querer dirigir al país, al país desvalido, rehén de todas las mafias, de la podredumbre política; peor si los machacas y machacas, aprovechan la “seguridad insegura” que te da el Estado, ese Estado casi fallido, y te asesinan a plena luz del día, esparcen tu sangre sobre la cara de toda la gente de a bien, y se ríen; en tanto lloran los hipócritas y se alivian los malos.

Quizás a todo esto se deba el asesinato de Fernando Villavicencio. (O)

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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