C. Flores, sentenciado en el 2017 a 35 años de prisión por el femicidio de Cristina Palacios, crimen que reconoció haberlo hecho, logró beneficios que otros privados de libertad jamás los hubieran conseguido, en las mismas condiciones.
Tuvo acceso a celulares, drogas y privilegios, lo cual, provocó que reciba dos años más de condena; pese a eso, una jueza le otorgó el cambio a un centro de menor seguridad, en donde por méritos propios, tuvo nuevos privilegios. Finalmente, una juez de Manabí le otorgó la libertad, decisión que fue revertida de forma tardía, Flores hoy en día está prófugo.
Pese a toda esta historia, Flores ha pedido a la Corte la revisión de su caso; y aun siendo prófugo, habrá una audiencia en donde le podrían otorgar la libertad, a la cual él asistirá de forma virtual y protegida. Nos les suena extraña esta historia.
Ahí está la evidencia de la necesidad de revisar las leyes, pero sobre todo de evaluar a quienes las hacen cumplir. En este país, los delincuentes tienen más paz y beneficios que las víctimas, porque la justicia deja mucho que desear. (O)
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