Debe resultar quisquilloso para el Alcalde de Cuenca y el Gerente de la EMOV haberse hecho cargo de los radares a cambio de USD 3,2 millones.
También debe resultarles embarazoso haber firmado el acuerdo con la concesionaria Movil Technology Ecuador.
Y ¿por qué?
Porque habiendo sido un “contrato trucho” como decía el Alcalde cuando Concejal, con la terminación por mutuo acuerdo acaban santificándolo. O sea, no ha sido tan “trucho” que digamos. ¿O estoy escupiendo fuera del tiesto?
Si bien Contraloría no recomienda la terminación del contrato, sí hace observaciones de fondo y de forma. Según los profesionales del Derecho que saben del asunto, debían demandar su nulidad, cuyo litigio en los tribunales o mediación hubiera hecho imposible que el Alcalde cumpla su principal oferta de campaña electoral.
Y eso que la entonces Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional concluyó que hubo sobreprecios en la compra de los radares. Tarde o temprano eso lo dilucidará Contraloría. Dios o su delegado les libren de semejante cosa.
¿Educación vial? Qué bueno resultara; pero esta es una tarea pendiente no sólo en Cuenca sino en todo el país. Este es el propósito del Alcalde. Si lo consigue, aplausos. Pero dicen que perro que bebe vino, aunque le rompan el canino…
¿Vale haberse hecho cargo de los radares, únicamente para que registren “multas secas”, y con eso el “contrato trucho” va “pal” cementerio? ¿O sólo para “educar” a quienes creen que el acelerador es la extensión de su pierna derecha? ¿Seguimos en la “Noche de los giles” o nos ven cara de giles?
Se dijo y se redijo que “bueno fuera” que sea la EMOV y “no unos cuantos vivos” la que instale los radares y se quede con las multas, no las secas sino la jugosas. ¿Cómo es que ahora los tendrá sólo para aquellos menesteres y menestras?
Vean. En cualquiera ciudad “civilizada”, ni se diga en las consideradas “Atenas”, donde la ley es la ley y las hacen cumplir, se instalan radares para ejercer control y penalizar a los infractores. ¿O digo “pavadas”?
Miren nomás cómo ahora circulan los “señores choferes” por la Ordóñez Lasso y otras calles donde, desde hace años, los radares cumplen su función.
Mire don “Cristian”, no le quedará más que entender que esos aparatos, “comprados” –así viene a dar- con plata de los cuencanos, así sea reprogramándolos, dando un “margen de tolerancia”, tienen que funcionar controlando y multando, una penalización que se la gana quien infringe la ley, y punto.
No haga que más tarde alguien le diga “qué vergüenza, qué bochorrrno” por tener esos aparatos de adorno. (O)