La palabra confianza puede verse tan sencilla en su estructura y semántica que hasta nos hace pensar en que se trata de un concepto muy específico, objetivo y limitado. Cuán equivocados estamos que, consideramos que esta palabra viene definida por una estructura puramente gramatical cuando se trata de un constructo completamente abstracto que invita a todos quienes confiamos en un mundo transparente, a mirarla de una manera distinta, desde una óptica plena y absoluta que traspasa cualquier comprensión superflua pues, dentro de sí, conlleva todo cuanto debe asimilar una persona de lo que significa una convivencia humana; partiendo desde nosotros mismos al asimilar de una manera inquebrantable que la primera y más firme confianza debe radicar en nosotros mismos, en nuestras capacidades, habilidades, pero por sobre todas las cosas, en la confianza de que somos capaces de lograr todo cuanto nos pongamos realizar.
Luego de la confianza propia, podemos desarrollar tantos niveles y tipos de confianza que nos quedaríamos admirados de lo que representa esta pequeña palabra, partiríamos de la indiscutible confianza maternal – paternal, pasando por la confianza relacional amistosa, profesional o inclusive la confianza material como la depositada en una institución financiera o una moneda nacional. Sea cual fuere el tipo de confianza al cual nos refiramos, debemos asimilar y comprender que pese a ser un vocablo extremadamente fuerte y trascendental en la sociedad, sostiene una estructura tan delicada que, una vez fraccionada o quebrantada, jamás podrá volver a ser la misma que un día pudo haber existido. (O)