Regreso por mis pasos luego de años y sigo con el deslumbramiento del primer encuentro. Todo organizado, señalizado, explicado con el detalle más minucioso derivado de una herramienta mágica qué se constituye el Internet y celulares, qué poco falta para que un artificio nuevo, nos tome de la mano y nos conduzca. Los aeropuertos de Madrid y Roma, estoicos sobrevivientes del pisoteo monstruoso de miles de miles de millones de plantas peregrinas, resisten con mejoras y detalles que la vorágine tecnológica lo impone. Llegado a la fantástica Italia, me demuestra su modernidad de movilización. Sin salir del aeropuerto. Tomo un tren muy silencioso qué cumpliendo su rígido itinerario me pone en cómodo viaje de hora y media en la pequeñita, bella y cuando no, histórica ciudad de Civitavecchia de cuyos puertos salen monstruosas embarcaciones de cruceros desde donde escribo, con 17 pisos de camarotes, comedores y sinfín de atracciones para gustos tan diferentes qué circulan por el campo del ensueño y pasatiempos tan personalizados y atrapantes para cada uno de los cinco mil pasajeros de todas las edades. Nadie se queda sin disfrutarlo desde casinos, salones de diferentes géneros de música, teatros, coreografías, gimnasios, piano bares, exposiciones y tiendas que atrapan en un compulsivo gasto. El gigante bote es una selva cómoda aun en extremo para el bien pasar de las jaurías de hombres que disfrutan. Se ven las más bellas mujeres de toda raza y sus ojos de escándalo de rasgos y colores tan diferentes. El hombre como tal es una especie única y bella. También se ven con el desparpajo qué viene siendo su lema, maricones viejos y jovencitos qué no esconden su diferencia, sino más bien la declaman insistentes, hoy protegidos por derechos qué para unos son correctos y para otros es la legalización de la degeneración humanas. Europa hermosa y contradictoria qué vive y con razón de su incomparable tesoro de arte e historia. Mientras todas estas cerezas me acompañan, a la par un congreso mundial de poesía donde las letras y el pensamiento son liberadas al mundo y empujadas por la brisa de los mares, cual gaviotas insomnes de la rima y el poema. Hermanados por el verso, compartimos y en salones diferentes se declama en varios idiomas. Compartir generoso el pensamiento y la metáfora es la regla. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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