Se dice que el ser humano dio sus primeros pasos de racionalidad cuando llegó a comprender lo que significa la muerte, junto con ello, han venido un sinnúmero de teorías, especulaciones, ofrecimientos y aspiraciones de vida posterior a la terrenal que nos faltarían hojas en las que podamos escribir lo que cada una de estas posiciones han manifestado y las discusiones que han generado. Lo único cierto es que, bajo la perspectiva filosófica del relativismo, esta sería la única causa que sale del enfoque de la no existencia de verdades absolutas, pues, como sólidamente se manifiesta, la vida se sostiene por la muerte.
Decir que alguien está preparado para la muerte, a pesar de que convivimos con ella en cada instante, sería una tamaña falacia, pues, sea la propia o la de un allegado, ese temor a lo desconocido y de enfrentarse a un espacio que nadie ha descifrado a ciencia cierta más que por medio de posiciones dogmáticas, siempre formará parte de un sentimiento profundamente doloroso del cual no se espera sea superado, sino que con el paso del tiempo de apoco podríamos aprender a convivir con él.
Siempre se generará un vacío grande ante la ausencia de un allegado, podremos buscar consuelo en cualquier palabra, posición o creencia, más la única realidad es que este abandono corporal únicamente será asimilado cuando gocemos de los valiosos recuerdos que hemos atesorado en nuestros registros interiores. (O)