El domingo 15 de octubre de 2023, culminó un atípico proceso electoral, el cual tuvo como elementos comunes la novedad de las elecciones anticipadas, la violencia física y simbólica sobre la política, así como lo determinante que fue el criterio de los jóvenes.
Al nuevo presidente de la República, Daniel Noboa Azín, le espera un gran reto durante estos meses como gobierno de transición, buscar la reconciliación de las fuerzas políticas, pero sobre todo alcanzar la paz en el país.
Es importante destacar que, durante la campaña electoral, el debate de fondo estuvo ausente, por lo que mal podríamos decir que conocemos la receta clave que usará el nuevo mandatario para salir de la crisis económica, social y de seguridad que enfrenta el Ecuador; pues pesó más la discusión a través de redes sociales, la generación de golpes de efecto por medio de manifestaciones de marketing político (gafas, figuras de cartón, apoyo externos, etc.).
Si realmente existe la intención de permitir la gobernabilidad del próximo presidente, es necesario que los partidos y movimientos políticos, la sociedad civil, así como la academia, colaboren de manera desinteresada en combatir los principales problemas por los cuales atraviesa el país, ¿De qué manera?, generando un pacto o acuerdo de “mínimos”.
En el cual, el Legislativo contribuya para la aprobación y/o reforma de normas que permitan la lucha contra el crimen organizado, el combate contra la corrupción, así como aceleren la producción y el empleo; las universidades y centros de investigación, colaborando con sus expertos para que, las decisiones del gobierno sean técnicas, y se alejen de la política clientelar, y, por supuesto los ciudadanos, por medio de la priorización de los asuntos que deben ser tomados en cuenta para la política pública del próximo mandatario.
Sí algo se concluye de este proceso, se puede resumir en que: los ciudadanos esperan nuevas respuestas de sus políticos, a través de nuevos actores, así como nuevos canales de comunicación; el Ecuador prefiere el diálogo y la concertación, a debates ideológicos trasnochados o promesas de vendettas públicas; y, que no se debe subestimar al elector, pues para demostrar la credibilidad de las propuestas, es más importante la sinceridad que un cambio de imagen. (O)