Nayda Álvares apaga su pequeño vehículo y arruga la nariz. «Aquí huele a jabalí», alerta. En el terreno que ha pertenecido a su familia por generaciones, y que se extiende a orillas del valle del Río Grande, en la frontera entre Estados Unidos y México, habitan también venados, gatos salvajes y aves de más de un centenar de especies distintas.
Durante el gobierno del expresidente Donald Trump (2017-2021), Álvarez defendió en los tribunales su propiedad para evitar que se construyera una porción del muro fronterizo sobre ese pequeño ecosistema. La llegada al poder del demócrata Joe Biden, en 2021, le dio un respiro. Pero la semana pasada ese descanso, afirma la estadounidense a EFE, parece haber llegado a su fin.
En un documento de seis páginas, el gobierno federal ordenó iniciar de manera «expedita» la construcción de unas 20 millas (32 kilómetros) de muro fronterizo en el condado de Starr, donde está el terreno de Álvarez, y permitió eximir el cumplimiento de más de una veintena de normas ambientales para ello.
«Yo voté por Biden, porque dijo que no iba a construir ni un pie de muro más», dice la mujer de 52 años y grandes ojos verdes a EFE, «mi pregunta es: ¿qué pasó?».
Aunque su propiedad -a medio camino entre los poblados de Roma y Rio Grande City, en Texas- no se ve afectada por los planes para esta nueva sección de muro, la estadounidense teme que esto pueda cambiar pronto.
«No quiero ningún muro aquí; esto es un show político», enfatizó Álvarez, profesora de oratoria pública en una escuela secundaria.
Y es que los planes del gobierno demócrata para la zona comienzan a materializarse. A menos de un kilómetro de la casa de Álvarez, en un terreno baldío al lado de un cementerio, yacen ya decenas de largas piezas de metal idénticas a las que conforman la barrera fronteriza.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) asegura que aún están en el proceso de planificación «inmobiliaria» para este proyecto y que los fondos destinados a este fueron aprobados por el Congreso desde 2019, de acuerdo con un comunicado compartido con EFE.
Retazos de muro con escasa efectividad
Paralelo a la avenida 82, que atraviesa el condado de Starr, avanza el río Grande, que hace de frontera natural entre México y EE.UU.
Durante kilómetros enteros el paisaje es el mismo, aunque de repente se interrumpe por los metros de muro, alto y de color cobrizo, que después vuelve a bajar.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha justificado la decisión de construir más parches de muro, para tapar algunos de los huecos que quedan entre una sección y otra, señalando que la zona del valle del Río Grande es una de las que registra más cruces irregulares de migrantes en toda la frontera.
Sin embargo, para Scott Nicol, profesor asociado en la Universidad de Texas que durante décadas ha estudiado el impacto del muro, la construcción de barreras no ayuda a reducir la cantidad de detenciones de migrantes.
«Ahora mismo, la frontera tiene la mayor cantidad de barreras físicas que ha tenido en su historia y registramos cifras récord de detenciones», explica Nicol.
Los datos le dan la razón: el año fiscal 2023 ha sido el segundo con más detenciones de migrantes en la frontera desde que se empezaron a recopilar las cifras, según estimados de la organización WOLA.
Es por esto que el gestor municipal de Roma -conectada por un puente internacional con la mexicana Ciudad Miguel Alemán-, Alejandro Barrera, ve con indiferencia la decisión de reanudar la construcción del muro en su condado.
«Si hacen el muro bien o si no, me da igual», dice el funcionario. «Los cruces de migrantes es un problema que ha existido siempre», añade.
Para él, quien se encarga del día a día del funcionamiento del municipio de 9.756 habitantes, sería mejor invertir el dinero en reforzar las operaciones de la Patrulla Fronteriza en la zona.
«Yo preferiría que invirtieran más en personal, que haya más agentes y que usen tecnología para detectar a quienes cruzan», acota.
Impacto ambiental «inconmensurable»
La barrera fronteriza que ya existe en el valle del Río Grande ha tenido un «inconmensurable» impacto ambiental, de acuerdo con Jim Chapman, presidente la asociación ambientalista Amigos del Corredor Ecológico.
«Ha presentado un problema enorme para la fauna de la zona porque ningún animal puede cruzar si necesita escapar de incendios o inundaciones», señala el activista, quien ha vivido desde finales de los 70 en Texas.
La construcción durante el gobierno de Trump de una parte del muro en el condado de Hidalgo, adyacente a Starr, implicó la tala de decenas de kilómetros cuadrados del refugio de vida silvestre de Santa Ana, destaca Chapman.
A Álvarez le preocupa que algo así suceda con su terreno y que, además de años de esfuerzo legal, pierda el acceso al río, a las orillas del cual su familia celebra cumpleaños y fechas especiales.
Esta propiedad, detalla, ha visto nacer y morir a sus antecesores por décadas, cuando la tierra bajo sus pies la llamaban México y no Estados Unidos.
«Vivimos en la frontera y la migración siempre ha existido«, suspira. «No sé por qué de repente es un problema. Este es un país de migrantes». EFE