Un punto de análisis recurrente en la evaluación del proceso electoral es la insuficiencia de debate político que caracterizó a la campaña que terminó el pasado domingo. Gran parte de esta conclusión recae en la postura de las candidaturas, quienes, a pesar de las insistentes solicitudes de los medios de comunicación, han mantenido un férreo hermetismo sobre su exposición mediática. Este silencio ha conducido a un conocimiento limitado del proyecto político del actual presidente electo, Daniel Noboa. Lo que perdura en la memoria colectiva es, quizás, su noción de una nueva política, un concepto que, sin un desglose adecuado, fue acogido con entusiasmo por la población que depositó su confianza en él.
No obstante, cuando llega el momento de gobernar, evitar la exposición política no necesariamente se traduce en una estrategia beneficiosa. El sistema mediático tiene la responsabilidad de ofrecer a la audiencia un entendimiento claro de las propuestas gubernamentales en los ámbitos político, social y económico. En estos primeros días, es crucial que el gobierno entrante establezca las directrices a seguir. Si el silencio se mantiene como la norma, las palabras serán sustituidas por gestos y símbolos que, en última instancia, transmitirán narrativas difusas que podrían no coincidir con los objetivos del nuevo gobierno.
Un discurso de victoria, más allá de las expresiones de gratitud hacia su familia y su equipo, suele delinear de manera general el plan de acción que el recién elegido gobernante ha diseñado para el país. Sin embargo, la cobertura del domingo pasado se vio eclipsada por la llegada de familiares y amigos en helicóptero, la anécdota sobre el segundo nombre del candidato, las palabras escuetas, la presencia de la seguridad en su casa de Olón donde se encontraba un grupo selecto de la élite corporativa y familiar. Los periódicos se llenaron de imágenes de la pareja presidencial, relatos de ensueño sobre su romance, y detalles sobre los gustos musicales de la flamante primera dama. La primera visita a Carondelet se vio empañada por la ausencia de la vicepresidenta Verónica Abad y la presencia del político de vieja guardia, Alberto Dahik, sin que el presidente electo ofreciera explicación alguna.
Al tercer día, la atención no se centraba en la hoja de ruta gubernamental, sino en las opiniones de los analistas acerca de la Consulta Popular, dado el abanico de puntos de vista presentados por las voces internas en ADN con respecto a esta propuesta gubernamental. La dispersión y las contradicciones en las declaraciones son problemas que requieren una pronta resolución. Aunque la dimensión política no fue un elemento destacado en la campaña electoral, indudablemente cobrará relevancia al momento de gobernar. Si el flamante mandatoario no toma las riendas de esta situación, la comunicación gubernamental seguirá siendo dispersa y confusa, sin un objetivo claro y, a la postre, sin hacer evidentes resultados tangibles de gestión.