Creo no estar equivocado, presidente Noboa, electo, al afirmar que le toca una misión ardua y en extremo delicada. Le explico el por qué. Ardua porque le toca trabajar a tiempo completo para encontrar las soluciones que el país requiere y para comenzar a aplicarlas con tesón y perseverancia. Esta misión es a su vez muy delicada porque exige habilidad y constancia extremas. Usted es neófito en esta tarea, en verdad, pero no lo tome como un hándicap sino más bien como una misión privilegiada para honrar sus anhelos. Usted empieza el manejo de la cosa pública de cero, circunstancia muy especial que debe llenarle de esperanza, de extrema cordura y perspicacia para alcanzar las metas que todos anhelamos: vivir en un país con esperanza, con ganas de ser mejor y dispuesto al esfuerzo y sacrificio para encontrar las soluciones.
No sé por qué usted quiso ser presidente, pero no me interesa ese por qué. Sí deseamos saber los ecuatorianos qué es lo que usted va a hacer para sacarnos del atolladero en el que nos encontramos y qué tiene pensado luego, para cuando estemos a flote. Usted entra a ejercer el poder cuando en el Ecuador hemos perdido la esperanza de la posibilidad de un cambio. Sus gestiones y sus resultados deben estar destinados a devolvernos la confianza en el presente y asegurarla para el futuro. Lo que escribo no son palabras hueras para llenar renglones. No presidente electo. Son frases que contienen zozobras y también esperanzas de que, entre todos, saldremos del atolladero, recobraremos la confianza en nosotros mismos y también de que habremos aprendido a distinguir con claridad entre el bien que debemos cultivar y el mal que estamos imperiosamente obligados a combatirlo.
En apretada síntesis: necesitamos recobrar la seguridad de muestras vidas; queremos que la rapacidad de funcionarios públicos se transforme en honradez y trabajo; necesitamos que la niñez y la juventud encuentren en escuelas y colegios centros de formación integral; buscamos que los ladrones purguen en las cárceles. Necesitamos fe y esperanza, no lo olvide presidente.
Una quimera, quizá un imposible: Que retorne la vergüenza al entorno político. No puede ser que gente acusada de robar decenas, centenas y millares de millones de dólares ronde por el mundo sin un poquito de rubor en sus rostros, y, además, es increíble que esa gente no esté en las cárceles, como debe estar. (O)