El arte, en todas sus posibilidades, nos permite descubrir. Naturalmente, la reflexión estética no está solo dirigida hacia los hallazgos en el afuera, sino particularmente al goce y enriquecimiento interno. Mediante el arte registramos la sensación y trascendemos el presente. A través de diversos símbolos algo en nosotros se conmueve y asombra, y el asombro es el origen de la filosofía. El arte no resuelve las tensiones, sino que las posibilita, las recoge y expresa de tal manera que en su contemplación se revela el sentido, que, por otro lado, no es unitario sino múltiple y diverso. El procesamiento del sentido requiere que el tiempo se detenga y que el deseo se reenfoque. Este reposo temporal permite una transformación de los principios y un cuestionamiento de las prioridades. El arte siendo máscara, nos despoja de las máscaras y nos vuelve originales, inéditos, únicos. Se entiende que en este proceso surge la verdad y la posibilidad de reelaborar los conceptos. Así Deleuze y Guattari dijeron que mientas la filosofía es el arte de formar conceptos, el arte piensa por afectos y perceptos. Pero ambos, filosofía y arte, son esencialmente necesarios en la vida de todo ser humano y de toda comunidad. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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