El robo a mano armada a una joyería ubicada en pleno Centro Histórico de Cuenca, ocurrido el sábado anterior, copó la atención ciudadana y preocupación a la vez.
Los videos difundidos a través de las redes sociales demuestran la frialdad y alevosía de los delincuentes para robar todo cuanto les permitió el tiempo y el someter al dueño del local.
Debió ser un atraco previamente planificado. Cometido, como tantos otros en ese sector, en la mañana de un sábado, con poca concurrencia y escaso tráfico vehicular a esa hora.
Quienes intentaron hacer algo, sea para retener a los antisociales o arrancharles los bolsos o mochilas con las joyas robadas, no pudieron hacer nada al verse amenazados con revólveres.
Lo demás “ya es historia”. El propietario del local analizará si presenta o no la denuncia en la Fiscalía.
Pocos se atreven a denunciar. O temen represalias, desconfían en la administración de justicia, o lo toman como tiempo perdido.
Posiblemente no sea el último asalto de esa naturaleza en el Centro Histórico. Alguna estrategia se debe delinear con asesoramiento de la Policía. Las videocámaras sólo registran los hechos, si bien sirven como pruebas para una eventual denuncia; pero nada más.
En el sector de El Cebollar, asimismo como ocurre en casi todos los de la ciudad, el vecindario retuvo a un presunto “prestamista”, asumido como extorsionador o “vacunador”, quemándole su motocicleta. En ambos casos, son delitos ya comunes en todo el país. En el primero, otorgan préstamos a intereses inimaginables, los cobran por día, semana o mes. Los incumplimientos pueden costar la vida de los deudores.
En el segundo, la situación es peor. Este delito se practica en todo el Ecuador. Hoy por hoy debe ser el más temido; pues se lo ejecuta en las sombras y sus amenazas puede costar la vida.
En Cuenca, casi a diario se oyen o leen pedidos de auxilio por la arremetida delincuencial. La ciudad vive su “mala hora”.