El derecho a morir

Marco Carrión Calderón

Ha resultado impresionante enterarnos que una señora compatriota padece una enfermedad incurable, la Esclerosis lateral amiotrófica, que la mantiene postrada y paralizada, aunque lúcida y con plena conciencia de su desdichada condición física. Esta pobre infeliz mujer está cansada de sufrir dolor y parálisis completa y ha decidido que para ella la única solución es morir. Por eso ha consultado con sus abogados y ellos le han dicho que en Ecuador una persona no es libre de morir cuando quiera, sin tomar en cuenta si ello es justificado o no. Que la ley le obliga a vivir así sea en contra de su voluntad, sin importar para nada si tal cosa es su voluntad o no, ni tampoco si esa vida, por condiciones de sus salud, como el caso que comentamos es deseable o no. Ella no puede cometer suicidio por su gravísima parálisis y necesita que un médico autorizado por ley “le ayude a morir”. Eso es lo que la ley y la medicina denominan Eutanasia, la muerte asistida por médicos facultados para hacerlo.

Existen algunos países en el mundo en que la ley permite llevar a cabo la eutanasia. En muchos otros el asunto no ha sido analizado quizá porque a los legisladores no se les ha ocurrido o no la han considerado conveniente. Uno de estos es Ecuador. En una serie de países, sin embargo, se ha planteado la necesidad y la posibilidad de legislar sobre esta materia, delicada por cierto, pero perfectamente conveniente.  Los obstáculos para legislar sobre la Eutanasia, no han sido de naturaleza legal sino, absurdamente de tipo religioso, aunque nos resulte difícil de entender. Hay la creencia de que la vida no pertenece los seres humanos sino a Dios y que por esa razón nadie puede decidir hasta cuando vive. Mi posición al respecto es que si alguien piensa y cree así, está bien, su creencia es respetable. Pero ¿qué pasa con los que no creen así, que son ateos o agnósticos…? ¿Por qué razón la idea de los creyentes debe imponerse a todo el mundo así no estén de acuerdo con la existencia de Dios?  Para estos, en cambio, la vida es de cada persona y ella tiene derecho a vivir mientras así crea conveniente. Si alguien tiene una enfermedad incurable, sufre mucho y libremente desea morir, debe poder hacerlo asistida por médicos. (O)