Es que justo coincidió el tiempo para conocernos un poquito más; minutos valiosos para descubrir a la persona detrás del cargo; me encantó saber que se autoproclama “Miss Simpatía”.
En esos breves minutos me habló de su historia, de una historia familiar cuya batuta la llevó su madre y quien a su vez recibiera aquel legado de su abuela; claro, en otros contextos y en otras épocas, en donde era muy complejo concebir la idea de que una mujer lleve las riendas de un hogar y de una familia marcada por sus propios atributos y distinciones.
Luego de escuchar un extracto de cómo fue su niñez y adolescencia, principalmente; años más tarde se convierte en un rostro político del ámbito social; y, mientras la tertulia avanzaba pude discernir varias cosas que yo mismo las reafirmo: no se trata de una religión con Dios, se trata de una relación con Dios; solo él tiene la respuesta al cómo, cuándo, dónde y para qué; conocer a las personas es un sencillo pero ingenioso entretenimiento para hacer del mundo un lugar mejor conforme consolidamos redes.
En fin, como conclusión sucinta: no existe responsabilidad, capacidad ni DECENCIA para ejercer un rol si no existe carisma, honestidad y el querer -per se- de aprender en cada error; no hay mejor libertad que la autenticidad de ella, de Diana. (O)