Estamos cada vez más invadidos de políticos con opiniones en lugar de aquellos que lideren por convicciones. No es malo tener opiniones, el error está en confundir a la opinión pública sobre la dirección que tomen las declaraciones o las acciones. La coherencia es la virtud más escasa en política porque requiere ante todo dar valor a la palabra empeñada.
La línea ideológica de extrema derecha de la vicepresidenta Abad es por todos conocida. Apegada a la mínima intervención del Estado, negando derechos sobre salario equitativo, o la evidencia del incremento en femicidios, incluso la participación política de la mujer en igualdad de condiciones. Abad nunca negó su pensamiento ideológico, pero sí tuvo doble discurso sobre el distanciamiento de su relación con Daniel Noboa. Insistía que había equipo, que trabajaban con agendas coordinadas, que se hablaban, que todo fluía, incluso las invitaciones. Ahora sabemos que no ha sido así.
A raíz de la extrema decisión presidencial de enviar a la segunda mandataria a Israel como “agente de paz,” la vicepresidencia ha iniciado una estrategia de discusión pública sobre las motivaciones para esta decisión. Ahora resulta que no se hablaban desde inicios de la segunda vuelta, no llegaron las invitaciones al almuerzo de inauguración, no había entendimiento y que este se debe al acuerdo de Noboa con el correísmo. Por su parte, con la decisión del traslado a Israel y reestructuración de las oficinas de la Vicepresidencia, el presidente Noboa ha demostrado que su discurso sobre la nueva política se estrena con uno de los gestos más demostrativos de la tradición política: el exilio del “conspirador a sueldo.”
Así las cosas, las opiniones se reparten entre los que esperan que renuncie la vicepresidenta, los que reivindican su cargo, convencidos de la violencia política que recibe. Y también están los que no les importa el destino de Abad, la conocen poco y le creen menos.
La política está llena de opiniones que cambian conforme sus integrantes transitan el valle de sombras y gloria que les ofrece esta arena. Hace falta una clase política de convicciones profundas que sean capaces de atesorar el valor de su palabra. (O)