El aporte tecnológico de los últimos años ha sido trascendental; sin embargo, a pesar de todo su beneficio, las necesidades de éxito o presiones externas de las grandes industrias, llevan a cuestionar los peligros de la tecnología y la responsabilidad de proteger y custodiar la información.
Es claro notar que, a más de la debilidad ética social, también hay otras deficiencias como las legales, en donde se requiere establecer medidas urgentes entre los fabricantes y los gobiernos, para velar por una buena salud pública. La falencia más grave es la debilidad ética individual, donde la persona desconoce la verdad de cada tecnología y, peor aún, se hace responsable de custodiar y proteger su propia vida de la cual es responsable.
Ese nivel de responsabilidad de los individuos se refleja en la sociedad y se mide según las acciones: denuncias, cumplimiento de la ley y exigencias de políticas públicas que minimicen estos efectos. El problema que se da para llegar a esas acciones efectivas es la falta de principios morales que respondan a una correcta actuación.
Cabe resaltar que, a medida que el ser humano avanza en edad, desarrolla memoria, pensamientos, razón, reflexión, crítica que se refuerza en el contexto social con las emociones, hábitos, costumbres, educación y normas a cumplir que se fortalecen con el tiempo. Es decir, las decisiones y acciones son propias, pero también recibe el accionar de un sistema al cual pertenece, en donde las responsabilidades individuales y colectivas deben ser equilibradas.
La tecnología debe brindar un mayor beneficio social, debe tener la finalidad de satisfacer las necesidades humanas y contribuir a mejorar la calidad de vida, donde no existan amenazas ni riesgos en contra de los individuos ni la sociedad.
La investigación científica debe evidenciar cómo está operando la ética profesional para dar soluciones a la problemática asociada a los nuevos inventos tecnológicos, que incluso ni los mismos gobiernos conocen. (O)