Tienes un ajetreado día. Llegas a casa cansado, y más cansado te sientes si haces teletrabajo, esa moderna forma de explotación laboral. Te sometes sin chistar para no ser despedido. Es que por tu cargo hay miles de aspirantes, dispuestos a dar para los “hornados solidarios” al jefe de “talento humano”, una redundancia como pocas.
Dormido ya, maniático como eres, vuelves a hojear los diarios impresos o sus versiones digitalizadas, o los digitales puros.
Vuelves, entonces, a estresarte por cómo dejaron escapar a “Fito”; o, recientemente, cómo una juez le dejó libre “Frenillo”, y luego, como si nada, se escusa.
Te enrabias al saber que las prisiones de este paisito han tenido mejores redes de acceso a internet que las escuelas de tu barrio; o al conocer que video cámaras instaladas por los delincuentes en los barrios réquete pobres, les permitía vigilar a la Policía.
Dormido te rechinan los dientes al saber que cientos de “Frenillos” son sacados de sus “ratoneras” con fusiles, explosivos, tacos de dinamita, droga, harto billete; ¡ah!, y con un alto grado de desprecio por la vida humana; entonces te preguntas y ahora qué con ellos, qué pasará cuando el Ejército vuelva a sus cuarteles.
Te rechinan también al preguntarte dónde están, quiénes son los verdaderos “patrones”, los “peces gordos”, los dueños del negocio sucio, los que financian el terrorismo; o meditas sobre la urgencia de legalizar el uso de las drogas, aunque no le convenga al mundillo financiero internacional, incluyendo a los “paraísos fiscales”.
Saltas en la cama. Vuelves a leer que a la patichueca justicia a pretexto de enderezarla todos quieren echarle el guante. Desde dentro, unos buscando reelegirse; otros queriendo relevarlos, así hayan estado intimados con quienes ahora están en la cárcel.
Desde fuera, unos queriendo retomar el poder de maniobra en la Judicatura tramando juicios políticos burdos; otros haciendo lobby en los juzgados en busca de impunidad.
Quieres despertarte, pero te ahogas al leer que, en la Asamblea, cazando, cazando, se acercan a la “presa mayor”: la fiscal general; pero ella, mientras más le muestran los colmillos, más les restriega en la cara sus trapacerías, sus conciliábulos con los narcos vivos, muertos o prófugos; con los narco chats les tapa las orejas.
Dormido gritas. Compruebas que este paisito está podrido; que es ingobernable pero ansiado por los mismos lagartos, esos lagartos que exigen pan gratis, pero son capaces de quemar las panaderías.
Te despiertas sudando. ¡Uf!, qué pesadillas, dices. Te miras en el espejo y dices: pero cierto mismo es. (O)