Las ventas ambulantes en los alrededores del mercado Nueve de Octubre, en Cuenca, son tan antiguas como antiguo es este centro de abastos.
Pese a los esfuerzos, ninguna administración municipal ha sido capaz de poner orden. Y hacerlo no pasa por la persecución, el decomiso de productos, sino de reubicarlos en otros mercados.
Pero ha faltado poder de decisión; también clientelismo político para no ejecutar la ordenanza municipal relacionada con la ocupación del espacio público.
Diálogo, propuestas e iniciativas se han esfumado con cualquier pretexto, aun con el mínimo atisbo de oposición y protesta.
Los resultados están a la vista. Las ventas ambulantes han crecido en estos últimos tiempos, en especial por la profundización de la crisis económica y social.
Todos tienen derecho al trabajo. Los informales son parte de la dinámica económica de la ciudad, aun del paisaje urbano. Sí; pero tampoco a ocupar los espacios públicos, sobre todo las aceras, netamente para uso peatonal.
En ese contexto, la actual administración hará un censo para determinar el número, actividad y condición de los vendedores ambulantes.
Los resultados permitirán dar soluciones, ojalá consensuadas, al caos existente en las inmediaciones del mercado Nueve de Octubre, donde proliferan otros problemas, graves, por cierto.
Más de 600 personas se dedican a la informalidad en ese sector. Unas 300 ocuparían los predios declarados de utilidad pública en la calle Antonio Valdivieso, cuya expropiación está en marcha.
Hay 300 puestos libres en los otros mercados, a donde irían los demás informales.
Respecto de quienes proceden de la ruralidad, la propuesta apunta a emplazar centros de acopio en sus propias localidades. Les permitirá comercializar sus productos a las grandes empresas de la ciudad.
Como se ve, soluciones hay. Ojalá ahora no falte el poder de decisión de la autoridad; y, por parte de los informales, comprensión.