René Guerrero, de 50 años, está convencido que las labores en el campo y las películas de Sylvester Stallone, Jean-Claude Van Damme, Arnold Schwarzenegger, aportaron de forma inconsciente en su gusto por la lucha olímpica.
Después, su disciplina y perseverancia lo llevaron a ser uno de los mejores del país y a proyectarle internacionalmente a la lucha azuaya.
Bordeaba los 14 años, estudiaba en el colegio Octavio Cordero Palacios, cuando atendió la invitación de los profesores Oswaldo González (+) y Carlos Chica. Al salir de clases, a las 18:30, se dirigía a los entrenamientos, consciente que le tocaba lidiar con la falta de transporte.
Vivía más arriba de la parroquia Sayausí, vía al Parque Nacional Cajas. “Cogíamos el último bus que había a las 21:00. Llegábamos a la parada de Sayausí y teníamos que caminar 5 kilómetros. Se ve que nos gustaba el deporte, hablo también de mi hermano Fabián”.
En casa tenía la motivación de sus padres que, si bien anhelaban verlo en boxeo o karate, no se opusieron a que entrene la lucha olímpica.
Las caminatas en el Cajas y ayudar a los abuelos a cultivar la tierra le mantenían en buen estado físico. La consecución de medallas en los torneos estudiantiles y en los certámenes nacionales le dio un gran impulso para continuar en el deporte.
Medalla bolivariana
En 1993 Guerrero fue seleccionado para competir en los Juegos Bolivarianos de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Su ilusión por viajar y representar al Ecuador se mezclaba con la preocupación de no tener recursos “ni para sacar el pasaporte”. En casa vivían con lo justo.
Carlos Chica conversó con Ernesto Cañizares, presidente de la Federación Deportiva del Azuay (FDA), y recibió una oferta de trabajo. «Empecé como conserje. Estuve tres meses. Luego trabajé como auxiliar de servicios, tipo mensajero, en tesorería”.
Eduardo Encalada le mantuvo en el puesto cuando asumió la presidencia del ente federativo.
“Trabajé cerca de ocho años en las oficinas administrativas. Me enseñé ahí porque tenía facilidades para entrenar e ir a los concentrados. Ellos (Cañizares-Encalada) también vieron que uno podía llegar a conseguir medallas. Esa perspectiva de los dirigentes fue una gran ayuda para salir adelante”.
En la competición bolivariana obtuvo la medalla de bronce en 62 kg, estilo libre. El recibimiento en Cuenca le sorprendió porque antes no había la inmediatez de las redes sociales. Después, al entrar a casa, “mi mamá pensó que llegaba del cuartel”.
Previo a la competición, los compañeros le habían dejado “cocolo con un mechón adelante”. Una práctica de bienvenida que suelen realizar los experimentados a los novatos.
Guerrero cuenta que, en la actualidad, dicha ‘tradición’ está prohibida en la lucha azuaya para evitar alguna demanda por vulneración de derechos.
Herencia
El actual entrenador de la FDA tiene tres hijos: Santiago, de 19 años; Renato, de 16; y Esteban, de 13. Todos se inclinaron por la lucha, a pesar que les buscó otras opciones entre ellas la natación y el fútbol.
Destaca la formación que recibieron en las categorías menores de sus compañeros Oswaldo Granda y Freddy Cedillo. El mayor se retiró por sus estudios universitarios. Los dos restantes entrenan con su papá. Juntos han celebrado algunos podios nacionales.
Las becas y la facilidad que tienen hoy los deportistas para estudiar a distancia y no abandonar el deporte, las hubiese deseado tener en su época.
“Después que me retiré del deporte y cuando estuve trabajando de entrenador, gracias al apoyo de mi esposa, acabé la carrera universitaria de Cultura Física y Entrenamiento Deportivo”.
Anécdota
Las lesiones no fueron ajenas a Guerrero. Recuerda que, en los pronósticos del Azuay para los Juegos Nacionales de Esmeraldas 1996, era medallista de oro.
“Faltando cuatro meses para la competencia me operé de una apendicitis que se transformó en peritonitis. Fue un momento traumático. Lo bueno fue que me recuperé, competí y cumplí lo pronosticado”.
Obtuvo dos medallas de oro: una en 68 kg grecorromano; otra en 74 kg libre.
Marca registrada
Uno de los rasgos físicos que identifica a quienes practican la lucha olímpica durante años son las denominadas ‘orejas de coliflor’.
Guerrero recién se dio cuenta de la particularidad cuando asistió a un campamento en Cuba. Ya cuando cerraba su ciclo como deportista activo, se operó la oreja izquierda que empezó a quedarle demasiado grande.
“Esto se da por las fricciones de la lucha. Por intentar salir de tal o cual técnica, por el choque, por el roce con los brazos, con las piernas, se rompen unos vasos. Con el tiempo el derrame se endura y las orejas quedan hecho coliflores. Obviamente no hay remedio a no ser que se deje de entrenar”.
Más de su vida
- René ama ‘la buena música’ y los instrumentos de percusión. En su repertorio no falta el rock clásico -que le acompañaba en sus entrenamientos- y éxitos de artistas ecuatorianos como los Hermanos Miño Naranjo, el Dúo Benítez-Valencia, Julio Jaramillo… El reguetón y la bachata los descarta por completo.
- Entre sus hobbies está la pesca de trucha, algo que aprendió desde niño y que también trató de inculcarlo a sus hijos. Aclara que se da el ‘gustito’ los fines de semana cuando no tiene que salir a entregar arreglos florales que reservan los clientes en el negocio de su esposa.
- Una de sus frustraciones en el deporte fue cuando se luxó el codo faltando tres días para competir en un Panamericano de República Dominicana. Una de sus mayores satisfacciones fue la medalla de plata que obtuvo en el Campeonato Sudamericano de La Paz, Bolivia.
- En los certámenes del ciclo olímpico fue medallista de bronce en los Bolivarianos de Santa Cruz 1993 y Ambato 2001. También obtuvo un 4° puesto en Arequipa 1999. Fue medallista de bronce en los Juegos Sudamericanos de Venezuela 1994 y participó en los Juegos Panamericanos de Mar de Plata 1995.