Guillermo Jaramillo nunca se deprimió ni dejó de luchar por su sueño pese a la discriminación que le hacían por su estatura. Practicaba el deporte que se le presentaba en el camino. Si le daban a elegir prefería jugar fútbol.
Su ilusión era formar parte de la Selección del Azuay. Quería seguir los pasos de su hermano Tyron. Incluso le ayudaba a cargar la maleta para no pagar el ingreso a los partidos y disfrutar el juego de grandes figuras del balompié azuayo.
Su familia vivía en el barrio El Vecino, por la Zona Militar. Con los amigos del vecindario pateaban un balón elaborado con medias de nylon y armaban campeonatos con equipos que representaban a las calles aledañas.
Su destreza con la pelota ya la empezó a mostrar en la escuela Ezequiel Crespo. “Me gustaba más el fútbol, pero nunca dejé de hacer atletismo. No era nadador, pero me botaba hasta de la tercera tabla y me daba la mortal, media mortal».
«Me gustaba trepar el cabo, me metía al box… será esa afinidad que tenía con el deporte que llegué a ser presidente de la Federación Deportiva del Azuay”.
Ese cargo lo desempeñó entre 1988 y 1992. Fue casi una década después de retirarse del fútbol, siendo parte del equipo fundador del Deportivo Cuenca.
Esa etapa de su vida la cuenta con orgullo. No hubiese disfrutado de la misma si se dejaba llevar por lo que hacían o decían los demás.
Jaramillo se cambió de colegio por el fútbol
En la época colegial Jaramillo tomó una decisión que casi le cuesta unos ‘latigazos’ de su padre que era militar. Estudiaba en el colegio Benigno Malo. Se esforzaba para integrar la selección de fútbol.
“Nunca me tomaban en cuenta por ser pequeño. Una vez me llamaron para que sea suplente. Ni siquiera me dieron el uniforme. Estaba en cuarto curso”.
En busca de una oportunidad para demostrar sus condiciones llegó a la cancha que había donde hoy se asienta el colegio Manuel J. Calle.
En esa cancha de llano, lastre y tierra, entrenaba el Everest, un equipo creado por representantes de El Vecino para competir en el Interbarrial.
Cuando accedieron a su pedido que le hagan jugar, quedaron maravillados con sus ‘galletas’ y buen dominio del balón. Raúl Chalco, representante del equipo, no dudó en pedirle permiso al papá para que integre el plantel.
Everest quedó campeón. “Jugamos por el sector del cementerio, la cancha era un poco torcidita. Yo era delantero. Jugamos contra Salesianos. Hice un gol olímpico”.
Ingreso de Jaramillo a la Selección del Azuay
Directivos del Atlanta Liga, de San Sebastián, que venía de conquistar el título en el campeonato provincial que organizaba la Federación Deportiva del Azuay, no perdieron el tiempo y le invitaron a reforzar al campeón.
La mayoría de jugadores eran joyeros. Los entrenamientos eran de 12:00 a 14:00. Jaramillo tenía clases hasta la 13:15 y volvía a entrar a las 15:15.
«No podía entrenar. Entonces hago la gauchada con los del Atlanta para cambiarme de colegio y me matriculo en el Octavio Cordero para estudiar de noche. Cuando le conté a mi padre me quería dar con el látigo”.
Con Atlanta quedó bicampeón (1968, 1969) y fue convocado a la Selección del Azuay. El DT Carlos Raffo le hacía jugar de volante, puntero y terminó como marcador. Al ser ambidiestro no tuvo problema para jugar por la banda izquierda.
La base del combinado provincial, entre ellos Guillermo Jaramillo, fue tomada en cuenta para integrar el Deportivo Cuenca en 1971.
El motivo de su despedida del fútbol
Jaramillo recuerda que “nunca fui suplente en la Selección del Azuay ni en el Deportivo Cuenca” hasta que, en 1973, contra Deportivo Quito, se fracturó la tibia de la pierna derecha.
Al regresar, después de casi seis meses de recuperación, volvió a sufrir otra fractura centímetros más arriba del callo óseo. Por situaciones que prefiere reservarse, no regresó al Club.
Jaramillo se enfocó en terminar la carrera de Odontología. Dos años después de ejercer la profesión, jugó dos temporadas en la Liga de Cuenca antes de retirarse definitivamente del balompié profesional.
En Deportivo Cuenca, cómo olvidar…
El primer partido profesional. Le ganamos 3-0 a Norteamérica.
En 1971 me llamaron a la preselección de la Sierra. Me tomaron en cuenta para la Selección definitiva y tenía que entrenar en Guayaquil. Pero un diputado -que era presidente del Barcelona– le reclamó al entrenador:
¡Cómo van a poner a este muchacho Jaramillo que recién lleva un año en el fútbol profesional y en Barcelona está Peláez que tiene más años de experiencia! Yo sabía que eso no iba a caminar, así que pedí los pasajes y regresé a Cuenca.
En 1971 le ganamos 1-3 al América de Quito, vicecampeón nacional, que le había ganado 3-0 a Ferrocarril Oeste en la Copa Libertadores. Jugamos con 9 hombres porque al minuto 10 le expulsaron al ‘Araña’ Martínez y a los 30 o 25, al ‘Paragua’ Martínez.
El alcalde de Quito, Sixto Durán, llegó al camerino y me felicitó con un abrazo. El avión no pudo aterrizar en Cuenca, por la cantidad de gente que ocupaba la pista. Tuvimos que ir a Guayaquil para venir al siguiente día.
El 3 de noviembre de 1972 ganamos 0-3 en Quito a Universidad Católica. Cuentan que el presidente de la República, Guillermo Rodríguez Lara, que presenciaba la parada militar en Cuenca, quedó tranquilo cuando le dijeron que el griterío de la gente se debía a los goles del equipo de la ciudad.
El exdictador, como homenaje a la ciudad y premio al equipo, envió el avión presidencial para que el plantel pueda celebrar con la gente las fiestas de Cuenca.
El capitán de la nave, nos felicitó y nos dio unas vueltitas por el Sangay, que estaba en erupción, para que veamos las fumarolas. Tampoco pudimos aterrizar en Cuenca. Cuando pudimos hacerlo la gente nos llevó en hombros hasta la Chola Cuencana donde nos esperaba el bus.
El periodista Edmundo Maldonado me puso de apodo ‘Corazón de León’. Después, Leonardo Muñoz Eljuri en sus narraciones destacaba que no me despegaba del rival, que parecía un ‘Chicle’ y ese apodo por ser más corto se difundió más rápido.
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