El tránsito del tiempo para los seres humanos es una vivencia consciente de las modificaciones internas y externas. Más allá del proceso biológico propio del reino animal, la presencia de los componentes culturales que hemos creado y en medio de los cuales nos hemos desarrollados, da sentido a nuestras existencias de las que somos protagonistas. El pasado y el futuro son irrenunciables de nuestras vidas. Mirando hacia atrás no es raro que creamos que lo ocurrido antes fue mejor que el presente y mirando adelante pensemos que todo mejorará en el futuro. Una actitud positiva nos lleva a actuar para mejorar, sin menospreciar lo que ya ha ocurrido.
Vivir implica actuar y tomar decisiones partiendo de nuestra capacidad de razonar y de poner en práctica la libertad. Si todo estuviera hecho y nada podríamos cambiar, la vida humana carecería de sentido. En la existencia siempre hay conflictos que de alguna manera los podemos resolver y vivir, en sentido humano, es actuar para solucionarlos positivamente. Al margen de las condiciones económicas y aspiraciones individuales, todos tenemos que, con frecuencia, hacer frente a conflictos menores o mayores con la esperanza de que las soluciones que estén a nuestro alcance mejoren la calidad de vida.
Los inicios de año son ocasiones generalizadas para reflexionar sobre lo hecho y lo que está por hacerse. El espíritu festivo de estas fechas nos lleva a creer que todo va a mejorar y que, sin esperar que todo lo soluciones los otros, algo de nuestra parte podemos poner para mejorar la situación. Sin platearnos los grandes cambios colectivos que proponen planteamientos políticos e ideológicos, es importante considerar que puede cada quien como persona hacer para contribuir positivamente a las innovaciones. Es importante considerar cuales son los conflictos que debemos enfrentar y qué soluciones podemos buscar, dentro de las circunstancias naturales y culturales de las que somos parte.